Columna Natalia Piergentili: De frustración y desesperanza
Para la frustración y desesperanza vendrían bien más dosis de valentía, sinceridad y consecuencia, sacando del foco, como se ha dicho, las soluciones mágicas o inmediatas, las vocerías disruptivas y altisonantes que, no son más que una ilusión pasajera, pero que deja fracturas.
Si recorremos las calles de cualquier ciudad nos encontraremos carteles con los diversos candidatos en disputa, en ellos lo que más se repite es la palabra “seguridad”. Así también, si recibimos sus folletos, el primer planteamiento que veremos es la promesa de la seguridad como eje vector de la campaña. Esto no parece disruptivo toda vez que ésta es la primera preocupación de los chilenos, pero lo que sí parece al menos “mañoso” es la promesa de más carabineros, más comisarias, o de una política de combate contra la delincuencia y el crimen organizado como si ésta fuera realmente responsabilidad de los Alcaldes o Alcaldesas.
Si bien es cierto que los municipios colaboran con la política de seguridad a través de sus planes comunales de seguridad pública, compuestos de inversiones como luminarias, áreas verdes -para recuperar territorios – junto a la limitada acción de los funcionarios de seguridad municipal, esta política es competencia del nivel central, del Ministerio del Interior y de la acción de este, junto a las policías, fiscalía y otros actores.
Este planteamiento no es para acusar a nadie de populismo, sino para evidenciar lo que, en los últimos años y por múltiples razones que sociólogos y expertos nos ayudarán a develar, la inmediatez y lo performático han inundado a la política, lo que decanta en que no hay coherencia entre lo que se propone y lo que la política puede finalmente lograr, generando frustración y desesperanza. Porque pese a que la ciudadanía a ratos quiere creer que existen respuestas fáciles o caminos cortos, rápidamente vuelve a comprender que aquello es poco probable. Pese a ello, la política sigue hablando desde la impugnación, proponiendo recetas mágicas como si éstas realmente existieran.
La democracia no es solo la elección de autoridades, donde alguien promete, otro confía y luego reclama, cual delivery, aquello que se prometió, en algunos casos desde la ignorancia, en otros, desde el principismo y también desde la insensatez, o simplemente porque es lo que indican las redes y sus algoritmos. La democracia es, por, sobre todo, la configuración de un proyecto de sociedad que se pone en disputa, donde nada de ese proyecto podrá resolverse a la velocidad del tuit, y donde la gran mayoría de los planteamientos requieren acciones y esfuerzos de mediano y largo plazo. Por eso, la política no puede renunciar, como lo han hecho muchos, a hablar de mediano plazo y a construir y habilitar proyectos que resultan del consenso y también a veces de renuncias, con los diversos actores de la sociedad.
Para la frustración y la desesperanza vendrían bien más dosis de valentía, sinceridad y consecuencia, sacando del foco, como se ha dicho, las soluciones mágicas o inmediatas, las vocerías disruptivas y altisonantes que, no son más que una ilusión pasajera, pero que deja fracturas que perduran en el tiempo, y poner el foco en la resignificación de la política como una actividad realmente eficaz, concreta y ética.
Por Natalia Piergentili, ex presidenta del PPD.
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