Confianza social y reactivación económica

Never underestimate the importance of support

No hay economista o sociólogo que no admita la relevancia de la confianza interpersonal en cualquier proceso exitoso y pacífico de creación de riqueza.



El reciente marco de entendimiento para un plan de ayuda y reactivación económica es una buena noticia, no sólo porque muchas familias necesitan dicha ayuda de manera urgente, sino también porque el acuerdo –con sus luces y sus sombras- vuelve a mostrar el valor del diálogo político. Como es sabido, el acuerdo contempla tres ejes: un análisis de nuestras posibilidades fiscales presentes y futuras, un plan de protección a los ingresos de un gran número de familias chilenas y un plan de reactivación económica.

Por razones muy atendibles, la discusión pública ha estado centrada casi exclusivamente en los dos primeros ejes del marco de entendimiento anunciado este domingo. Sea como fuere, es imprescindible no perder de vista la relevancia de reflexionar sobre el proceso de reactivación económica que enfrentaremos cuando la evolución de la crisis sanitaria así lo permita. En concreto, urge ser conscientes de la magnitud de la crisis que se avecina, así como del papel que jugarán en una eventual reactivación económica variables de carácter “extraeconómico”.

El escenario político y social al que se enfrenta Chile de cara a la reactivación es, cuando menos, precario. Por un lado, un número no despreciable de chilenos tiene altas expectativas respecto de lo que pueda hacer el Estado para mejorar su calidad de vida; pero sabemos que los costos de la pandemia serán significativos y, por esta razón, nuestras posibilidades fiscales limitadas. Por su parte, lo esperable es que el clima social imperante cuando amaine la tormenta sanitaria sea bastante complejo. En consecuencia, cualquier plan de recuperación económica requiere que atendamos a lo que Wilhelm Röpke denominó los fundamentos morales del crecimiento económico.

Quizás el más importante de estos fundamentos sea el de la confianza social. Jon Elster, en una analogía poco feliz pero ilustrativa, la ha calificado como el lubricante de la sociedad. Y no hay economista o sociólogo que no admita la relevancia de la confianza interpersonal en cualquier proceso exitoso y pacífico de creación de riqueza. Sin embargo, a la hora de explicar las fuentes de la confianza social las diferencias emergen con fuerza. Según una tesis muy influyente, la confianza no es sino el producto de un cálculo estratégico. En simple, la confianza interpersonal sería la consecuencia no deseada de que cada persona siga exclusivamente sus intereses personales. Así, confiamos en alguien si tenemos buenas razones para creer que será compatible con sus intereses ser confiable. No es de la benevolencia del carnicero de donde obtendremos nuestra cena, decía el viejo Adam Smith, sino de su preocupación por sus propios intereses.

Es irrelevante, en este contexto, saber si es pertinente atribuir a Smith una visión puramente estratégica de la confianza. Más importante es tomar consciencia de lo nociva que puede llegar a ser esta tesis a la hora pensar en la recuperación económica del país. Para comprender las fuentes de la confianza interpersonal, así como de la confianza en nuestras instituciones políticas, es necesario atender a aquellas disposiciones de carácter que facilitan la cooperación social. Si la desconfianza puede implicar tomar precauciones ante el posible comportamiento oportunista de aquellos con los que interactuamos, la confianza parece presuponer arriesgarse, bajar la guardia, creer en el otro, muchas veces contra las apariencias. En simple, cuando confiamos en alguien nos hacemos vulnerables, en la medida en que el otro tiene siempre abierta la posibilidad de traicionarnos. Pero hay más; confiar en alguien también nos exige pensar bien de los demás, al menos en ciertos ámbitos de su vida. Son justamente estos dos aspectos de la confianza –bajar la guardia y pensar bien del otro– los que han sido profundamente erosionados desde octubre del 2019.

Sin las disposiciones de carácter que fundamentan cualquier relación de confianza social, la reactivación económica estará llena de fricciones. Para complejizar un poco más el asunto, no debemos olvidar que la confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas está por los suelos. Aún si los chilenos logramos sobreponernos al clima conflictivo que reinó antes de la pandemia, la confianza en las instituciones requerirá de gestos claros y convincentes de parte de todas las fuerzas políticas; gestos que permitan transmitir la idea según la cual nuestra convivencia social se funda en la cooperación y no en el conflicto. Sin estos fundamentos, cualquier plan de reactivación económica se quedará corto.