Conmoción por asesinato de periodista
La muerte de Francisca Sandoval, a consecuencia de las heridas sufridas en el ejercicio de sus funciones producto de un disparo en el barrio Meiggs, pone de relieve la imperiosa necesidad de combatir a las peligrosas mafias que proliferan por todo el país.
La muerte de la joven periodista Francisca Sandoval -quien agonizó varios días tras haber recibido un disparo en la cabeza mientras se encontraba cumpliendo labores profesionales- no solo ha enlutado a todo el gremio periodístico, sino que también ha despertado sentimientos de conmoción e indignación en la ciudadanía, que con impotencia ve cómo una vez más la violencia irracional cobra una nueva víctima.
Como parte del equipo de un canal comunitario -Señal 3 La Victoria-, Francisca se encontraba cubriendo las marchas que tuvieron lugar en el centro de Santiago, con motivo del 1 de mayo. Una de ellas, convocada por la Central Clasista de Trabajadores, devino en graves incidentes con comerciantes ambulantes en el sector del barrio Meiggs, algunos de los cuales respondieron con disparos. Tres personas resultaron heridas, entre ellas Francisca. La policía detuvo al presunto responsable de haber disparado a la periodista, quien se encuentra en prisión preventiva y que cuenta con un nutrido prontuario policial.
Desde luego, ya es un hecho de particular gravedad que una representante de la prensa haya sido objeto de una agresión de esta naturaleza, en lo que parece ser un claro intento por amedrentar el trabajo periodístico y coartar su misión por informar y dar a conocer la verdad, incluso con el riesgo de exponer su propia vida. Esto ha sido particularmente cierto en zonas como Meiggs, donde una serie de investigaciones periodísticas han revelado la existencia de peligrosas mafias que impúdicamente se han tomado sectores completos para desarrollar actividades ilegales. Las circunstancias que han rodeado este alevoso crimen deben ser esclarecidas en todas sus dimensiones y prontamente, pues la impunidad no solo atenta contra un elemental sentido de justicia, sino que avalaría a quienes se valen de la violencia y el amedrentamiento para llevar a cabo sus ilícitas actividades.
Las investigaciones también deben aclarar las denuncias que se han hecho respecto del actuar de algunos funcionarios de Carabineros, pues conforme muestran algunos registros aparentemente habría algún tipo de cercanía con miembros de estas bandas. Esto debe ser despejado transparentemente y asegurar a la ciudadanía que se tomarán todas las medidas en caso de que se confirme la existencia de vínculos irregulares.
Este hecho de sangre debe llevar a tomar conciencia sobre el grave peligro que se cierne sobre toda la población cuando se permite que el crimen organizado opere sin mayores trabas, y donde el actuar de las instituciones a cargo aparece débil o errático. El uso indiscriminado de armas de fuego -donde el tráfico de armamento ilegal adquiere cada vez mayores dimensiones- empieza a ser ya una peligrosa costumbre, y cada día se informa de nuevas víctimas producto de disparos, ya sea por asaltos, ajusticiamientos o incluso crímenes por encargo.
Ninguna sociedad puede permanecer indiferente ante hechos de esta naturaleza, por lo que cabe esperar que la conmoción que ha provocado la muerte de Francisca sirva para relevar la imperiosa necesidad de que el combate a las mafias y el crimen organizado sea una prioridad en las políticas públicas.
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