Consenso sobre apertura de las escuelas

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Alumnos de una escuela en Essex, Inglaterra, ocupan pupitres distanciados entre sí tras volver a las clases presenciales. Crédito: AFP

Mientras los países europeos están optando por mantener sus escuelas en funcionamiento a pesar de la suspensión de otras actividades, en Chile aún no se logra el consenso necesario para volver a abrirlas antes de que se termine el año escolar. La experiencia de aquellos países que han abierto sus centros educativos en los últimos meses demuestra que es posible hacerlo sin que ello produzca nuevos brotes y la evidencia sobre los daños que genera el cierre de las escuelas, especialmente en los más desaventajados, es cada vez más extensa y alarmante.

Según las últimas cifras del Mineduc, hay 261 establecimientos que han abierto sus puertas y otros 674 que pidieron autorización para hacerlo. Con ello, no solo están favoreciendo a quienes querían regresar, sino además están contribuyendo a disipar los legítimos temores que aún persisten en muchas familias. Pero todavía falta. Son 8.657 los colegios ubicados en comunas en fases 3 y 4, es decir, en condiciones de solicitar la apertura, de manera que los que ya lo han hecho todavía representan una proporción baja de éstos (10,8%). Ojalá que el resto esté dialogando sobre esta posibilidad, pues cada día de clases presenciales será una oportunidad de compensar parte de lo que la enseñanza remota ha sido incapaz de sustituir, así como de reintegrar a los estudiantes que han perdido el contacto con su escuela.

El ministro de Educación y su equipo han hecho esfuerzos encomiables. Y aunque en un principio carecieron del respaldo político necesario, el tiempo les ha ido dando la razón. Entre las últimas iniciativas que han gestionado destaca la citación de una mesa técnica junto con la Unesco para apoyar y validar el proceso. Mientras tanto, en el Congreso un grupo de legisladores de oposición parece empecinado en sabotear dichos esfuerzos, presentando proyectos de ley como el que impide la apertura de establecimientos de educación parvularia o el que obliga a la promoción automática de los alumnos. El primero contraría toda la evidencia que indica que son precisamente los más pequeños los que más necesitan del contacto presencial y los menos preparados para el aprendizaje remoto. Al encontrarse en una etapa clave para su desarrollo, son además los más expuestos a los daños futuros del cierre de escuelas. En cuanto a la promoción automática, es incomprensible que a estas alturas se desconfíe de los criterios pedagógicos de las escuelas y se les pretenda quitar uno de los últimos recursos que les van quedando para motivar el reintegro de los alumnos en riesgo de deserción.

Es de esperar que estos proyectos no prosperen y que, antes que se termine el año, más escuelas logren abrir sus puertas. Quizás debiéramos dejar de hablar de “volver a clases”, pues ello sugiere volver atrás, lo que no ocurrirá. En lo que hay que enfocarse ahora es en el futuro; en cómo recuperar el espacio educativo, especialmente para quienes más lo necesitan, y en cómo terminar de la mejor forma este año escolar, lo que constituirá un antecedente clave para iniciar el que viene.

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