Controversia por rol de vocera de gobierno
Más allá de los reclamos que ha hecho el Socialismo Democrático por el hecho de que la ministra del Interior cargue con todo el peso comunicacional ante la crisis de inseguridad, extraña que la vocera de gobierno pareciera no estar jugando el rol orientador que conlleva su cargo.
Parlamentarios del Socialismo Democrático han hecho ver públicamente su disconformidad por la sobreexposición a la que se ha visto sometida en las últimas semanas la ministra del Interior, versus el rol que ha jugado la vocera de gobierno, a quien reprochan que en general ha evitado tener intervenciones en aquellas materias más álgidas.
Es un hecho que la oleada de homicidios que han sacudido al país en el último tiempo, además de una serie de secuestros extorsivos que causaron fuerte conmoción en la ciudadanía, han llevado a una crisis de inseguridad cuyo efecto más elocuente es que los niveles de temor en la población han escalado a niveles sin precedentes. Resulta evidente que frente a un cuadro así es el Ministerio del Interior el que carga con la principal responsabilidad de dar la cara frente a la ciudadanía, pero extraña que cuando se trata de uno de los flancos más complejos que enfrenta el gobierno -el Presidente de la República de hecho suspendió su viaje a la COP 28, en Dubái, precisamente para hacerse cargo de los temas de seguridad-, la vocería de gobierno aparezca casi ausente.
Probablemente una de las razones que explican los reclamos desde el SD, como a su vez lo que aparece como intentos desde el Partido Comunista por resguardar a la vocera de los temas más candentes, es que ambas personeras tienen posibilidades de emerger como candidatas presidenciales de sus respectivos sectores. En esa clave, para el SD resulta complejo que su potencial candidata experimente el desgaste de tener que dar las malas noticias, mientras la vocera se reservaría para materias más amables.
Más allá de estas consideraciones político-electorales, que por supuesto comienzan a causar ruido al interior de la coalición ante lo que se percibe como un intento por blindar a una de las ministras por sobre otra, el rol que el gobierno parece estar dando a la vocería resulta extraño -cuando no contraproducente para sus propios intereses-, porque en la medida que quien tiene la responsabilidad de ser la voz oficial de un gobierno no ejerce en plenitud ese papel, la política comunicacional del Ejecutivo empieza a quedar en manos de los ministros sectoriales. Esto a la larga puede generar desorden o mensajes contrapuestos respecto de las orientaciones que pretende seguir el gobierno, confundiendo a la ciudadanía.
Así, por ejemplo, se extraña que cuando en el ámbito de la cultura los funcionarios del Servicio Nacional de Patrimonio Cultural llevan más de un mes de paralización, desde el gobierno no se emita opinión alguna, pese a la estrecha sintonía que el Presidente ha declarado con el mundo de la cultura; lo propio ocurre con la delicadísima situación que se vive con las Isapres, crisis cuyo manejo ha estado fundamentalmente radicado en manos de la ministra de Salud y el superintendente, pero se echa en falta que desde la Presidencia o la vocería no existan definiciones más claras sobre los compromisos que está dispuesto a adoptar el gobierno.
En los más distintos gobiernos de nuestra historia el cargo de vocería siempre estuvo pensado para opinar en todos los frentes, buscando jugar un rol orientador de la política comunicacional del Ejecutivo. Si ese rol ahora ha cambiado, sería oportuno clarificarlo ante la ciudadanía.
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