Covid-19: ¿Pasó lo peor?
Si los precios de las acciones son un reflejo de las utilidades futuras y los mercados tienen la misma información disponible que el promedio de los inversionistas, entonces confiar en lo que descuenta el mercado hoy en día es un ejercicio insustancial y con un riesgo no menor.
Una de las casas de estudio de mayor reputación en la industria describió la situación actual de la economía como un shock de demanda parecido al de la gran depresión, acompañado por un shock de oferta similar al que genera un huracán, pero está a vez a nivel global. No por nada tuvimos la pérdida de 30% en el mercado más rápida de la que haya registro. Para poner la situación en perspectiva, en la crisis sub prime el S&P 500 se demoró alrededor de un año en llegar a sus mínimos de 666 puntos.
En marzo, junto con la bolsa, los spreads de los bonos de buena y mala calidad crediticia se dispararon en todo el mundo, mientras que los precios de los activos asociados a la actividad, como materias primas de uso industrial, cayeron fuertemente. Fueron aproximadamente dos semanas para el olvido.
Ante estos hechos inéditos, las autoridades en el mundo han tomado medidas sin parangón en la historia reciente, con grandes paquetes fiscales por parte de los gobiernos y políticas monetarias agresivas, las que –en el caso de la FED- hacen que las medidas de 2008, que buscaban estabilizar el sistema financiero, se vean como algo menor.
A lo anterior el mercado ha respondido de forma igual de brusca, con una subida de 24% en el S&P 500 desde los mínimos del 23 de marzo, lo que ha motivado a preguntarse si finalmente las medidas de contención crearon un mínimo en los precios de las acciones.
¿Será así?
De toda la vasta data que existe sobre la pandemia, al parecer hay una verdad irrefutable; a los países occidentales les ha costado muchísimo poder controlar la crisis sanitaria. Además, es claro que aún no llegan a un peak en sus casos de contagio. Se supone que para mediados de mayo ya deberíamos haber visto lo peor, pero también lo peor se suponía que iba ocurrir en una provincia de China y los efectos iban a acotarse a la cadena de suministros del iPhone.
Con esto quiero enfatizar que, así como el inicio y desarrollo de la pandemia han diferido de la mayoría de los pronósticos, es un hecho que los efectos en la economía y en específico en las utilidades corporativas, sean tremendamente difícil de predecir. Prueba de esto es lo que ha pasado con las peticiones de subsidio por desempleo en Estados Unidos, en donde las astronómicas cifras del mes sorprendieron al consenso de mercado.
Si los precios de las acciones son un reflejo de las utilidades futuras y los mercados tienen la misma información disponible que el promedio de los inversionistas, entonces confiar en lo que descuenta el mercado hoy en día es un ejercicio insustancial y con un riesgo no menor. En este sentido, es muy probable que tengamos caídas adicionales en los índices accionarios, antes de empezar a ver una tendencia alcista o bull market.
Estimamos que solo después de poder tener panorama remotamente claro de cuánto durarán las medidas de distanciamiento social, el efecto en la economía (en magnitud y duración), y cómo será la estrategia de salida del gran “Lockdown”, podremos hacer una evaluación realista de la trayectoria de los activos de riesgo.
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