Cuando la sociedad madura antes que sus políticos
Los 50 años del Golpe militar ha enfrascado a la clase política en agrias disputas, lo que contrasta con la actitud mucho más sobria y respetuosa sobre el tema que exhibe la mayor parte de la población.
El martes pasado, la Cámara de Diputados vivió una caótica sesión, marcada por gritos e insultos entre las bancadas. El motivo: la lectura en sala -promovida por los partidos de oposición- de la declaración acordada por la propia Cámara hace 50 años, en agosto de 1973, donde se acusaba al gobierno de la Unidad Popular de haber infringido una veintena de normas constitucionales y legales. La izquierda consideró el acto como una provocación, dado que esta fue utilizada posteriormente por los militares como una justificación del Golpe de Estado. Así, el senador PS José Miguel Insulza no dudó en calificar la “jugada reglamentaria de la derecha como miserable y provocadora”. La oposición, por su parte, retrucó diciendo que la historia no se reescribe con gritos e insultos.
Todo esto sucedía mientras el país estaba siendo azotado por uno de los peores temporales de los últimos años. Es más, casi a la misma hora en que los diputados se enfrascaban en una lucha respecto del Golpe militar, cuatro regiones del país eran declaradas zonas de catástrofe por las lluvias y crecidas de ríos que afectaron a sus habitantes.
Este es, sin duda, un ejemplo más de la feroz desconexión que existe entre la clase política y los ciudadanos, lo que explica el desprestigio en que ha caído en los últimos años. En este caso es una suerte de abismo, porque no contentos con lo sucedido, al día siguiente el Partido Comunista presentó una propuesta para condenar la citada declaración de la Cámara en 1973, la que fue rechazada. Si bien el ambiente fue más tranquilo, lo relevante es que, nuevamente, mientras el país seguía sufriendo los estragos del temporal, los diputados no eran capaces de salir de su propia agenda.
Lo paradójico de todo esto es que la encuesta Cadem del lunes pasado reveló que, ante la pregunta acerca de las prioridades del gobierno, menos del 1% de los encuestados consideró que debe ser la conmemoración de los 50 años. Por otra parte, un reciente sondeo de Criteria mostró que el 56% estima que la conmemoración “nos divide como país”, y solo el 25% estimó que “es importante para las personas como yo”. Es decir, toda la discusión y caos del Parlamento encuentra escaso eco entre los chilenos.
El Golpe militar es ilustrativo de algo más profundo que la sola desconexión entre los políticos y la gente. Una mirada más crítica podría señalar que la ciudadanía no le está dando la importancia que tiene, por lo que la tensión que viven los políticos estaría justificada. Sin embargo, esa no pareciera ser la interpretación más adecuada, pues lo que probablemente está sucediendo es que la ciudadanía parece haber superado algo que los políticos no. Y esto no tiene que ver con el interés en el tema, sino más bien con una cierta mirada más madura, que hace que para la mayor parte de las personas el 11 de septiembre sea una fecha más tranquila de lo que creen y quisieran los políticos. De hecho, el asunto de los 50 años en general no es un tema de discusión en casi ningún círculo, salvo en los políticos.
Tener una visión más madura de lo sucedido hace 50 años no significa apoyar el Golpe, ni tampoco ser indiferente a las violaciones a los derechos humanos, ámbito donde, por lo demás, la mayor parte de la población repudia o condena estos hechos. Tampoco implica estar de acuerdo en todo, o suponer que la gente no tiene una opinión formada respecto de las causas que llevaron al quiebre. Pero lo importante no es eso. Lo relevante es que la ciudadanía lo tiene como un tema que nos dividió en el pasado, pero no hoy; un hecho respecto del cual hay que tenerlo presente para que no se repita, pero que para ello no es necesario elevarlo como primera prioridad política.
Toda esta visión choca con la idea de levantarlo como el gran tema del año. Lo intentó hacer el gobierno con mucha energía, tratando de establecer un relato único, el cual fracasó producto de las diferencias entre sus propios partidarios, entre ellos el Partido Comunista, que terminó con la renuncia del encargado del tema, Patricio Fernández. Otras iniciativas, como el de la alcaldesa de Santiago, de cambiarles el nombre a ciertas calles de la comuna por el de detenidos desaparecidos, ha recibido un fuerte rechazo de la gente, y ciertamente lo mismo ocurre ahora con esta estéril discusión en la Cámara de Diputados.
La efeméride de los 50 años constituye una fecha, sin duda, importante, pero en nada justifica lo que está pasando en el mundo político. En esto quizá la advertencia más contundente la dio la propia familia del expresidente Allende, quien comunicó al gobierno que era partidaria de que el acto de ese día en La Moneda fuera sobrio y republicano, como había sucedido en años anteriores.
Tener una actitud sobria y republicana frente al tema es también lo que pide la mayor parte de la ciudadanía, pero nada más alejado de aquello es la forma en que están actuando los políticos.
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