De la distopía a la realidad
Por Marcelo Drago, ex presidente del Consejo para la Transparencia.
El 28 de enero de 1981 nació el Convenio 108 del Consejo de Europa (CE) “para la protección de las personas con respecto al tratamiento automatizado de datos de carácter personal”. Este hecho conmemora el Día Internacional de la Protección de Datos Personales (PDP). El Convenio fue el primer instrumento internacional vinculante en el ámbito de la PDP. Su finalidad es garantizar a cualquier persona “el respeto de sus derechos y libertades fundamentales, concretamente su derecho a la vida privada, con respecto al tratamiento automatizado de los datos de carácter personal”.
Recientemente se aprobó una versión modernizada del Convenio llamada 108+, ampliando su aplicación, ámbitos de protección y eficacia. El Convenio está abierto globalmente; entre otros, Argentina y México lo han ratificado. Chile no lo ha hecho, ni podría hacerlo, dado el precario contexto regulatorio en que nos encontramos.
Nuestro país está embarcado en un histórico proceso constituyente, una reflexión profunda de nuestro pacto social, junto a los derechos y obligaciones reconocidos a las personas de cara a los próximos 40 años. Lo hace en un cambio de época como ninguno, por el estallido social y por la pandemia. En menos de un año cambió la forma de trabajar, de estudiar, de relacionarnos, de organizarnos. Aún no logramos siquiera dimensionar la profundidad de ese cambio, ni lo digerimos como para hacernos cargo de sus consecuencias.
Una de ellas es la PDP. El trabajo y estudio online, servicios, compras, la medicina, millones de datos acumulados en todas las plataformas a las que en solo un año nos volcamos voluntariamente, para adaptarnos y sobrevivir. O que usamos por mandato de la autoridad, entregando masivamente información a sistemas como www.comisariavirtual.cl o www.c19.cl. Todo genera y expone datos personales a escalas astronómicas. Sin embargo, ni siquiera hemos logrado aprobar la modernización de la actual legislación.
La protección de nuestros datos personales debe formar parte esencial de los derechos fundamentales para el cambio de época. Y lo digo por la ausencia. De cuatro propuestas constitucionales que he podido revisar, de partidos y movimientos, solo una menciona la PDP como derecho en la nueva Constitución.
No hay conciencia aún de que hablamos de un derecho humano fundamental, que va mucho más de un Rut a la entrada de un edificio o una llamada indeseada. Se trata del control, la manipulación, la opresión, la distopía totalitaria del gran hermano hecha realidad de forma sutil e imperceptible, cínica, casi deseable a través de los beneficios de la tecnología a la que nos volcamos para vivir y sobrevivir. Hablamos de poder, de dominación, a través de predecir y reconducir nuestro comportamiento, explotando nuestras preferencias, alegrías, satisfacciones, y también nuestros disgustos, miedos, frustraciones, nuestras desgracias y desdichas.
Tenemos la oportunidad de escribir una Constitución que proteja a los chilenos, y que limite el actuar impune de los grandes grupos de poder.
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