Definiciones del Mandatario sobre el capitalismo
Cuando el jefe de Estado señala que “una parte de mí quiere derrocar al capitalismo”, no solo incurre en fallas conceptuales, sino que además envía una señal muy contradictoria justo cuando el país está embarcado en recuperar la inversión.
Ciertamente llamaron la atención las definiciones que en materia económica entregó el Presidente Gabriel Boric en una reciente entrevista con la BBC, cuando señaló que “una parte de mí” quiere derrocar al sistema capitalista. Profundizando en su respuesta, señaló que “creo firmemente que el capitalismo no es la mejor manera de resolver nuestros problemas en la sociedad. Pero no creo que se pueda derrocar sin más si no se propone una alternativa que sea viable y que sea mejor para la gente. Una de las cosas que he aprendido en el cargo, no sólo en el cargo, es algo obvio, pero ahora está tan claro como el cristal, es que no se puede refundar un país”.
Volver sobre una discusión en torno a la superación del capitalismo parece algo de otra época, cuando es un hecho que todas las democracias desarrolladas del mundo -incluso aquellas donde el Estado juega un rol mucho más preponderante en la provisión de una serie de prestaciones sociales- tienen al sistema capitalista como la base de su modelo económico. Ello sin perjuicio de que se podrán encontrar variados modelos de cómo se va combinando el rol de los privados con el que desempeña al Estado. Ya bien entrado el siglo XXI probablemente lo extraño será encontrar ejemplos de países que no están basados en alguna forma de capitalismo, esto es, que los medios de producción descansen fundamentalmente sobre el sector privado y exista un libre mercado.
Por lo mismo, quizás los dichos del Mandatario traslucen alguna confusión conceptual, y requerirían mayores precisiones, pues no queda claro qué modelo alternativo es al que le gustaría aspirar, o que aspectos inherentes a una economía capitalista son los que cabría “derrocar”. La estrecha vinculación que existe entre libertad económica y prosperidad queda bien reflejada cuando se observa a los países que precisamente figuran entre los diez con mayor libertad económica, donde se ubican algunos que han sido señalados por la izquierda chilena como ejemplos a seguir por sus políticas sociales, entre los que figuran Suecia, Dinamarca, Países Bajos o Nueva Zelandia.
Pero más allá de estos alcances, sorprende que este tipo de declaraciones tengan lugar justo cuando el propio Mandatario se encontraba de gira por Europa, uno de cuyos objetivos centrales era promover la inversión extranjera en el país, en particular en áreas de enorme potencial, como el hidrógeno verde o el litio. La tarea de lograr que la economía chilena vuelva a crecer a tasas vigorosas resulta esencial, sobre todo cuando en el mediano plazo este objetivo se avizora cuesta arriba, de acuerdo con las proyecciones que ha entregado el propio Banco Central. En ello los países deben cuidar de entregar las señales correctas a los inversores, especialmente en cuanto a la confiabilidad de su sistema regulatorio, transmitiendo certezas de que las políticas que pretenden impulsar los gobiernos irán en sintonía con ese objetivo. En tal sentido, es evidente que la frase del Mandatario aparece contradictoria con los intereses del país.
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