Dolor, Esperanza e Incertidumbre: entre 28.900 y 32.600 fallecidos por Covid-19 en Chile

FOTO: Martin BERNETTI / AFP


Más de un año de pandemia y parece una pesadilla interminable de dolor. Con los datos del anexo de defunciones del DEIS (Ministerio de Salud) del 27 de marzo hemos sobrepasado la macabra cifra de 30 mil personas fallecidas por Covid-19, incluyendo los casos probables que no tienen un test PCR positivo. Extrapolando linealmente mi análisis de cómo cambiaron las causas de muerte durante 2020, estimo que el número real de fallecidos por Covid-19 hasta el 24 de marzo está entre 28.900 y 32.600. Es decir, al menos el 81% de los casos sospechosos deberían estar confirmados, pero como incluyen el exceso de muertes por enfermedades con comorbilidad con el virus al igual que fallecidos sin causa determinada, muchos casos nunca serán contabilizados oficialmente. Esto no es nuevo, ya ocurrió en el pasado, tanto para el terremoto de Chillán de 1939 como para la epidemia de influenza asiática entre 1957 y 1959, donde fallecieron oficialmente alrededor de 6 mil y 8 mil personas, respectivamente.

Por otro lado, la vacunación debiera evitar que esta pandemia supere a la mal llamada gripe española de 1918 a 1920, que dejó más de 40 mil personas fallecidas. En este proceso, Chile ahora ocupa el cuarto lugar mundial per cápita, sobrepasando a países como Reino Unido (quinto) y Estados Unidos (noveno). Al ritmo actual y suponiendo que en las últimas dos semanas se ponen sólo segundas dosis, se podría alcanzar la meta de 15,2 millones de personas vacunadas para fines de junio. Esto nos da esperanza, pues, aunque la vacuna de Sinovac es una de las menos eficaces y con menos información avalada científicamente (la fase III aún no está publicada), lo importante es que todas las vacunas en uso debieran proteger en un 100% contra los síntomas graves y la hospitalización, lo que reduciría drásticamente la mortalidad. Este efecto podría ser ya visible, considerando que la inmunidad completa de las primeras personas mayores que recibieron la segunda dosis comenzó el 17 de marzo y durante esta última semana ya tenemos una pequeña caída en los fallecidos totales (confirmados y sospechosos). Pero hay que ser cautos pues siempre hay un rezago en los datos del Registro Civil y este efecto aún no se ve en el número de pacientes en la UCI, aunque al parecer la edad promedio de ellos si ha disminuido.

Pero junto a la esperanza debemos convivir con la incertidumbre. La misma incertidumbre con la que conviven muchas personas que trabajan para subsistir día a día y a las que la pandemia ha golpeado más fuerte, ahondando en la gigantesca desigualdad económica que ya existe en el país. Esta incertidumbre incluye si llegarán las vacunas necesarias a tiempo, si ellas seguirán protegiendo contra las nuevas variantes del virus, cuál será su inmunidad real (que es distinta a la de un estudio controlado) y cuánto tiempo durará esta inmunidad, por mencionar sólo las preguntas más importantes. A esto debemos agregar si llegaremos a la famosa inmunidad de grupo que ya se discute en Israel, el primer país que ya vacunó a más del 50% de su población. Aunque muchos creen que la inmunidad de grupo no es factible, otros opinan que en la práctica esto no es lo importante. Es decir, como la vacuna no impide la infección (e infectar a otra persona), basta con que disminuya el contagio en un 90% y entonces en Israel bastaría vacunar al 55% para volver a una cierta normalidad. Como en Israel están usando Pfizer que tiene más del 90% de eficacia, este 55% se traduce aproximadamente a un 80% en el caso de Chile que ha usado mayoritariamente Sinovac, es decir un porcentaje mayor a la meta actual.

En el corto plazo tenemos que internalizar que el Covid-19 se parece a una gripe fuerte si estamos vacunados y que deberemos vacunarnos cada cierto tiempo, cuidándonos más con las personas no vacunadas. Erradicar a cualquier virus es difícil y todavía tenemos enfermedades que tienen vacuna hace muchos años. Para esto tenemos que recordar que mientras más oportunidades tiene el virus de desarrollarse, más probabilidades tendrá de mutar a variantes o incluso cepas nuevas de las cuales no estaremos protegidos hasta desarrollar una nueva vacuna. Así que hay que seguir mejorando la detección de casos nuevos, la trazabilidad de contactos estrechos y la vigilancia de variantes del virus (que no se hace en forma sistemática en Chile). Estas tareas son vitales para el país, más aún si al final la vacuna es una solución temporal y el hecho de que se auguran pandemias peores a esta en el futuro.

* Investigador senior de Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD), profesor titular part time del Departamento de Ciencias de la Computación de la U. de Chile y director de Ciencia de Datos de Northeastern University en Silicon Valley

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