Dos años de guerra en Ucrania: ¿un punto de inflexión?

Ukrainian serviceman walks next to an abandoned armoured fighting vehicle near the front line village of Robotyne in Zaporizhzhia region

El escaso avance de las fuerzas ucranianas y los recientes triunfos rusos en terreno, alimentan una sensación de pesimismo sobre el rumbo del conflicto.



“Tanto Ucrania como Rusia se han visto como el inevitable vencedor del conflicto solo para terminar cayendo de nuevo a la Tierra al ver que las expectativas creadas no estuvieron a la altura de la realidad”, decía el periodista y analista canadiense Neil Haurer hace algunos días, y sus palabras las recogía Lawrence Freedman en una reciente columna en The New Statesman. Su afirmación resume lo que han sido estos dos años de guerra.

En febrero de 2023 el conflicto entre Rusia y Ucrania cumplía su primer año. Los vientos parecían soplar a favor de Kiev y la anunciada contraofensiva de las fuerzas ucranianas despertaba amplias expectativas en Occidente. Doce meses después, sin embargo, cuando se cumplen dos años el panorama es radicalmente distinto. No solo la operación militar estuvo lejos de lograr su objetivo, y el terreno recuperado en los últimos 12 meses es virtualmente nulo, sino que además la reciente victoria rusa en la localidad de Avdiivka vino a ratificar que hoy los vientos soplan en sentido contrario y el “momentum” parece favorecer ahora a Vladimir Putin.

Queda por verse si como apuntaba Haurer, igual como pasó con Ucrania hace un año, esta vez las expectativas rusas no estén a la altura de la realidad. Pero por ahora es más un sentimiento de inquietud que de confianza el que prima en Occidente, principales sostenedores de Kiev desde el inicio del conflicto. Quedó demostrado el fin de semana pasado en la Conferencia de Seguridad de Munich, donde la sensación más extendida entre los líderes mundiales y expertos internacionales que asistieron era de preocupación e incertidumbre. No por nada, el lema del encuentro era Lose, lose? (¿Perder, perder?). Si bien en un primer momento la férrea resistencia ucraniana y la reacción del Presidente Vlodomir Zelensky despertó la confianza entre sus aliados occidentales de que era posible contener a las fuerzas rusas, tras dos años de apoyo militar sostenido y falta de avances concretos en terreno comienza a crecer la llamada “fatiga ucraniana”, tanto entre algunos líderes europeos como entre la población de la UE, donde solo un 10% de sus habitantes cree en una victoria de Kiev.

Hasta fines del año pasado la ayuda combinada de la UE y de Estados Unidos a Ucrania llegaba a 155 mil millones de dólares. A ello se suma el nuevo paquete aprobado por Bruselas en enero pasado, que suma otros 54 mil millones de dólares, más la ayuda que se está discutiendo en el Congreso de Estados Unidos y que aún debe ser aprobado por la Cámara de Representantes y que llega a 65 mil millones de dólares. Ante una guerra que, como reconocía el destituido jefe de las fuerzas militares ucranianas en noviembre pasado parece estar estancada, la disposición a seguir entregando apoyo financiero a Ucrania comienza a flaquear, más aún cuando incluso la figura del Presidente Zelensky muestra fisuras y su popularidad interna se debilita. Ni los dramáticos llamados de la primera ministra de Estonia en Munich, insistiendo en que Europa está viendo de nuevo con Rusia lo que vivió en los años 30 con Hitler, parecen haber ayudado a cambiar los ánimos.

Mientras la posición de Ucrania y de Zelensky se complica, tanto en el campo de batalla como a nivel internacional, Rusia y Vladimir Putin viven la otra cara de la moneda. Si hace un año el líder ruso parecía estar debilitado, con crecientes voces internas que cuestionaban su acción en Ucrania e incluso divisiones en su círculo más estrecho, según algunos medios europeos, hoy su posición es sólida. No solo ha logrado contener los efectos de las sanciones internacionales, sino que sus principales oponentes han muerto, primero el líder del Grupo Wagner, Yevgeny Progozhin, que encabezó una rebelión en junio del año pasado, y hace poco más de una semana su principal opositor, Alexei Navalny, en circunstancias aún no aclaradas mientras cumplía condena en una prisión del Ártico. En marzo próximo además se presentará a unas elecciones presidenciales donde pocos dudan que logrará un triunfo contundente, reforzando aún más su poder.

No cabe duda de que los alcances de la guerra en Ucrania van mucho más allá de lo que suceda en el territorio de esa ex república soviética. Detrás del conflicto está la lucha entre dos modelos de sociedad, el de la democracia liberal y el de los regímenes iliberales como el que rige en Rusia y que ha encontrado otros referentes en figuras como el primer ministro húngaro Viktor Orban. Inquietan, además, las señales de simpatía mostradas por algunos sectores en Occidente hacia Moscú y la deriva que ello pueda tomar en el futuro, como también las señales dadas por el ex presidente y actual candidato presidencial republicano en Estados Unidos, Donald Trump, sobre su posición frente a la Otan. Como dijo a este medio el historiador británico Antony Beevor, “un triunfo de Trump sería desastroso para Ucrania y para la OTAN”. Por eso, algunos líderes europeos apuestan a llegar a una mesa de negociación antes de que sea demasiado tarde, pero en el momento actual, con Putin reforzado y una sólida posición militar rusa en terreno, esa opción tampoco parece ser la mejor salida para Kiev.