Efectos de la pandemia en la salud mental

depresión

Es valioso que la autoridad haya lanzado un plan para abordar específicamente los graves efectos que esta emergencia ya está produciendo en la población.



Ha sido acertado que dentro de la batería de propuestas para enfrentar los efectos de la pandemia del coronavirus el gobierno haya incluido un programa específicamente orientado a abordar la problemática relativa a la salud mental de la población. Aun cuando de momento lo más crítico de la emergencia supone salvar vidas y evitar la propagación del virus, es un hecho que los largos meses de confinamiento, la angustia ante la posibilidad de enfermarse o de perder seres queridos -sobre todo si ha ocurrido el fallecimiento de un familiar-, el drama que implica la pérdida de empleos y en general la incertidumbre que se cierne sobre el futuro implicarán agudizar los cuadros de enfermedades mentales, cuyas consecuencias pueden ser potencialmente muy graves.

La Organización Mundial de la Salud ha reportado que en aquellos países donde el virus ha golpeado con especial crudeza los niveles de angustia en la población se han elevado sustancialmente -ha sido el caso de China, Estados Unidos e Irán-, y dado que nuestro país está ya entre las naciones con mayor número de contagios, sin que pueda descartarse que en las próximas semanas se produzcan colapsos en los sistemas de salud -lo que aumentaría dramáticamente la cantidad de fallecidos-, es indispensable contar con programas que permitan ir conteniendo y anticipando los efectos de esta tragedia. Es probable que el personal de la salud que ha debido estar en la primera línea de la emergencia enfrente también masivos cuadros de angustia o depresión -la experiencia internacional así lo está demostrando-, lo que lleva a que el desafío sea aún mayor.

Antes de la pandemia Chile ya enfrentaba un cuadro complejo en materia de salud mental. En el 15% de la población mayor de 18 años -según la última Encuesta Nacional de Salud- hay sospecha de posibles cuadros de depresión -con mucha mayor prevalencia en mujeres-; altos niveles de consumo de alcohol y drogas en adultos pero también en adolescentes, así como una dura realidad en materia de violencia intrafamiliar, situaciones que con seguridad la pandemia está agudizando. No siempre parece haber conciencia de esta realidad, así como tampoco los perniciosos efectos que ello trae para el bienestar social. Estudios revelan para el caso de Chile que el 23% de los años de vida perdidos por discapacidad o muerte están precisamente determinados por las condiciones neuro-psiquiátricas. Asimismo, conviene no perder de vista que el 22% de las licencias médicas extendidas en el país corresponden a enfermedades de carácter mental, constituyendo la primera causa de ausentismo laboral.

El reciente programa anunciado por la autoridad (“SaludableMente”), donde tuvo una importante participación la Universidad de Chile, está bien orientado en sus objetivos generales, abarcando distintos segmentos -menores de edad y adolescentes; padres, cuidadores y profesores; violencia contra la mujer; personas con discapacidad y personal de salud, entre otros-, brindando canales para acceder a orientación o atención psicológica. Es fundamental que estos programas no pierdan impulso con el tiempo o carezcan del financiamiento necesario, lo que también hace indispensable su permanente evaluación.

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