El Congreso y la negociación de las reformas

DEDVI MISSENE

Es relevante que sea en sede legislativa donde se alcancen los acuerdos en torno a la reforma tributaria. Allí deberán ser ponderados los argumentos del gobierno y los gremios empresariales.



Los diversos encuentros que en este último tiempo ha sostenido tanto el Presidente de la República como el ministro de Hacienda con los gremios empresariales, donde uno de los temas centrales ha sido intercambiar puntos de vista respecto de los términos que debería incluir una nueva propuesta de reforma tributaria -todo ello dentro del marco de un “pacto fiscal”-, ha comenzado a despertar la creciente molestia sobre todo entre parlamentarios de oposición, que creen advertir en este tipo de encuentros una estrategia de La Moneda para buscar presionar a los legisladores por la vía de lograr primero acuerdos con el empresariado. Esto en el contexto de que la Cámara de Diputados rechazó en marzo la idea de legislar respecto de dicha reforma, y que en su última cuenta pública el Mandatario señaló que insistirá con dicha reforma ante el Senado en el mes de julio.

No cabe duda de que constituye una señal positiva para el país que el gobierno se abra a escuchar los planteamientos de los gremios empresariales, y que la voz de estos últimos también se haga sentir, sobre todo cuando se están discutiendo reformas de gran envergadura no solo en el ámbito tributario, sino también previsional, la reforma a las Isapres, explotación de riquezas minerales y tantos otros que tienen repercusión directa en cuanto a la señales que se envían al mundo privado. Generar confianza resulta clave para efectos de estimular la inversión de largo plazo, sobre todo en el caso de un gobierno que ha tenido distintas manifestaciones de desconfianza hacia la iniciativa privada. Pero el hecho de que tras estos encuentros Hacienda esté dando a entender, por ejemplo, que podría no perseverar en el impuesto patrimonial -gravamen que ha despertado fundadas críticas- o que los mismos gremios se sientan más cómodos con la denominación de “pacto fiscal” antes que “reforma tributaria”, da pie para suponer que podría estar configurándose algún tipo de acuerdo, o bien que sin ser ese el ánimo, de algún modo se perciba así.

Sin perjuicio de que se busque tender puentes, es fundamental que de ninguna manera se pierda la perspectiva de que es en el Congreso donde ante todo deben alcanzarse los acuerdos que permitan darle viabilidad a esta y otras reformas. Si los votos no han estado disponibles entonces el trabajo que debe desplegar el Ejecutivo es negociar directamente con los parlamentarios, y será en sede legislativa donde habrán de ponderarse los cambios que propone el gobierno. En dicha instancia deberá ser también donde los gremios empresariales hagan ver sus propias propuestas, y en el marco de una deliberación amplia se logre finalmente un consenso.

La estrategia de La Moneda de buscar validar sus propuestas fuera del Congreso pudo haberle rendido frutos en el caso de las “40 horas”, pero los riesgos de insistir en esta vía son evidentes, pues además de relativizar el papel del Congreso, se arriesga a que un acuerdo político se haga más difícil. En este orden de cosas, es importante que los gremios procuren mantener su aporte en el plano del intercambio de puntos de vista y eviten dar la idea de que están en negociaciones directas con La Moneda, porque entonces con ello los planos se comienzan a desvirtuar. El empresariado es una pieza fundamental dentro del sistema económico, pero también es un incumbente en una materia como la legislación tributaria.

Por estos días los presidentes de la CPC y la Sofofa han buscado dejar claro que en ningún caso se pretende soslayar al Congreso, y sería clarificador que La Moneda dé señales en la misma dirección.

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