El declive de San Antonio
El caso de esta ciudad-puerto resulta particularmente ilustrativo sobre las consecuencias que conlleva la dejación del Estado para hacer cumplir la ley así como la ausencia de buenas políticas públicas que permitan el desarrollo de las regiones.
Un reportaje publicado por este medio dio cuenta de las deterioradas condiciones en que se encuentra la ciudad de San Antonio. Pese a contar con uno de los puertos más grandes del país, y a su cercanía con Santiago y otras ciudades como Viña o Valparaíso, la ciudad puerto vive una realidad diametralmente opuesta. Sus habitantes se quejan de la insuficiencia de servicios básicos -se echa en falta, por ejemplo, que aún no se termina la construcción del hospital-, pese a ser una urbe densamente poblada; la delincuencia ha aumentado; sus calles céntricas se encuentran tomadas por el comercio ambulante, en tanto que las tomas de terrenos se han convertido en algo habitual, al punto que en dichos paños existen viviendas de grandes dimensiones y tienen lugar loteos sin mayores restricciones, lo que da cuenta de una suerte de tierra de nadie.
No es solo el deterioro urbano lo que caracteriza a esta ciudad, sino que además recientemente se ha conocido que un informe de la ONU sobre droga y delito sindica a Chile como un punto medular para la distribución de drogas ilícitas, identificándose específicamente al puerto de San Antonio como uno de los principales pasadizos para el envío de droga -fundamentalmente producida en Colombia y Perú- hacia Estados Unidos, Europa y otros destinos. Esto implica que poderosos carteles del narcotráfico han logrado extender sus tentáculos hasta dicho puerto, perforando sus medidas de seguridad, lo que ciertamente tiene graves implicancias.
El declive de San Antonio no es algo reciente, sino que es un proceso que lleva cuajándose desde hace años, dando cuenta que su deterioro ha ido ocurriendo a través de distintas administraciones. El caso de esta ciudad-puerto resulta particularmente ilustrativo sobre las consecuencias que conlleva la dejación del Estado para hacer cumplir la ley así como la ausencia de buenas políticas públicas que permitan el desarrollo de las regiones. Los problemas que aquí se observan muestran en toda su crudeza los perniciosos efectos que tiene para la población -y el consecuente deterioro para las ciudades- los altos niveles de delincuencia, la presencia del narcotráfico, las tomas de terreno y el comercio ambulante.
Todos estos son problemas que en el caso de San Antonio deben ser enfrentados con sentido de urgencia, especialmente lo relativo a las redes de narcotráfico, por su enorme capacidad para corromper los sistemas y sembrar el terror. Pese a que ya se han detectado en el país la presencia de los carteles más peligrosos de la región, y cuando se acumula evidencia de que las instalaciones de San Antonio son utilizadas para comercializar sustancias ilícitas, sorprende que el puerto no cuente con suficiente equipamiento para el escaneo de contenedores, algo elemental considerando además el enorme volumen de carga que se transporta. Una situación como esta no solo daña profundamente la imagen del país, sino que es cosa de tiempo para que este puerto comience a ser cuestionado internacionalmente.
Frente a todo ello cabe preguntarse si las autoridades locales y nacionales han aquilatado la dimensión de estos problemas, y si se están tomando medidas de fondo para impedir que continúe este bochornoso declive.
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