El espejismo que vive la economía chilena

Reapertura Mall Costanera Center

La racha de recuperación y fuerte gasto que se registra en estos meses está pronta a su término, para dar paso a otra etapa marcada por la incertidumbre y sus elevados costos.



El lunes pasado, el Banco Central sorprendió al mercado anunciando que el índice de actividad mensual se expandió 15,6% en septiembre, muy por sobre lo que se esperaba, con lo que las estimaciones para el crecimiento de la economía para el año se empinan sobre el 11%. Una cifra alentadora que refleja, como lo dijo el ministro de Hacienda, que el país ya superó los niveles anteriores a la pandemia.

Pero el entusiasmo duró poco. Apenas dos días después, el mismo Banco Central, ahora en su Informe de Estabilidad Financiera, hizo un crudo análisis sobre la situación del mercado, advirtiendo que el elevado nivel de incertidumbre que enfrenta el país ha llevado a una salida récord de capitales hacia el exterior. Se estima que esa cifra alcanza a US$ 10 mil millones en lo que va del año, lo que representa un incremento de hasta seis veces los montos registrados en años anteriores.

En la misma línea, 24 horas después, el mismo instituto emisor publicó otro informe, el de percepción de negocios, en donde más del 70% de las empresas señalaron que no tienen previsto invertir el 2022 ante la incertidumbre económica y política. Ese mismo día, se dio a conocer que las ventas de automóviles alcanzaron un récord, con lo que en los últimos 12 meses se han vendido más de 400 mil vehículos.

A primera vista, pareciera que estamos hablando de dos países. El primero que crece a tasas récord, con una suerte de fiesta de consumo y con problemas para conseguir mano de obra. El segundo, uno donde se fugan los capitales, sube la inflación así como las tasas de interés, y donde las empresas no quieren invertir. Pero lo que en la superficie aparece como una contradicción, deja de serlo cuando se examina la situación con más profundidad.

El Chile que crece y gasta está anclado en gran medida en factores muy específicos, partiendo por la enorme inyección de recursos que significan tanto los retiros de los fondos de las AFP, como el subsidio del IFE universal. Solo por los primeros entraron a las familias cerca de US$ 50 mil millones, en tanto que el IFE entrega otros US$ 3 mil millones mensuales. En otras palabras, el poder adquisitivo de las personas se ha visto aumentado en forma muy importante. Por otra parte, es evidente que la actividad económica se ha expandido también a medida que las restricciones de movilidad han terminado. Y, consecuente con ello, es que los crecimientos de dos dígitos que observamos están directamente relacionados con la baja tasa de comparación con el año pasado.

Por todo lo anterior, una parte no menor de lo que estamos viviendo hoy, más que un crecimiento, es una recuperación económica, en buena medida sustentada por efectos transitorios; sin embargo, dichos efectos deberían comenzar a menguar en el corto y mediano plazo, lo que ya se refleja en las proyecciones de crecimiento para 2022, en que apenas se empinan en el 2,5%. Entonces, ya se sabe que la fiesta se acaba. La pregunta es con qué intensidad.

Y es aquí donde aparece el otro Chile: el de la incertidumbre. Paradójicamente, esta otra cara del país se alimenta en parte de las mismas medidas que ayudaron a crecer este año. Porque la contracara de los retiros de las AFP es que el mercado del crédito se contrajo, subieron las tasas y se acortaron los plazos. Al mismo tiempo, trajo aparejada más inflación, que es el impuesto más regresivo que existe.

El segundo componente de la incertidumbre es político. Al mirar lo que sucede en el Congreso y las propuestas de varios candidatos, existe la preocupación de que Chile entrará en un período de inestabilidad social y económica, lo que se refleja en la salida de capitales, el reparto de dividendos extraordinarios y la reticencia a invertir por parte de las empresas. Y este diagnóstico parece estar bastante claro en la propia población, como lo refleja la encuesta Cadem de esta semana, donde un 73% de los consultados cree que el país va por un mal camino, mientras que un 78% opina que la economía está estancada o en retroceso.

En suma, estamos en una transición donde ambos Chile están coexistiendo. El de la fiesta del crecimiento y el consumo, que está terminado; y el de la incertidumbre política, que adquiere cada día más fuerza hacia futuro. El problema es que los períodos de euforia acaban rápido; en cambio, salir de las crisis es siempre un proceso lento y tortuoso, lo que se hace aún más gravoso cuando la política es incapaz de asegurar grados mínimos de estabilidad y no se hace cargo de los enormes costos que implicó esta fiesta, los que habrá que empezar a pagar muy pronto.