El Fantasma de la Constituyente
El Covid seguirá demandando enormes recursos. Y encima de todo, entramos a un proceso constituyente plagado de expectativas. Darles curso costará mucha plata. ¿De dónde saldrán los miles de millones para enfrentar estos desafíos históricos, si ya nos gastamos los ahorros y no queda mucha más deuda que tomar?.
Hay alguien que debiese ser protagonista en la discusión constitucional. Pero nadie habla de él. No le dan bola. No califica ni para convidado de piedra. Usted no me cree, pero como verá, aunque explica decisivamente lo que ocurrido en Chile y por lo tanto, definirá su futuro, no es tema. Es el Fantasma de la Constituyente.
Durante los ya míticos “30 años” el país avanzó como locomotora. En realidad, hasta 2012, en que el país creció al 5,3% anual, multiplicando 3 el tamaño de la economía. Nuevos malls, autos de todos los orígenes posibles, carreteras de primer mundo, viajes al extranjero al alcance de muchos más aparecieron por todos lados y el país floreció con (quizás aparente) cohesión social. El Estado multiplicó por 10 sus recursos para entregar beneficios sociales.
Circa de 2014 el tren del progreso acelerado se detuvo y nos fuimos a 2%. Un plan económico mal diseñado y peor ejecutado, más una caída general de los commodities, estancaron la economía, afectando a todos, pero particularmente a los más pobres, que además sintieron la entrada en competencia de 1.500.000 de inmigrantes en los empleos de menor calificación.
Los malls y las carreteras, los viajes y los autos relucientes ya no eran novedad, pero había que pagarlos. Los costos de tener lo que antes parecía un sueño, ahora transformado en rutina, se hicieron mucho más pesados porque los sueldos no crecían como antes. Estaba el TAG, estaban las cuotas de los créditos que no dejaban dormir. Estaba el CAE y los grandes empleos que no llegaban. Las perspectivas se ensombrecían. La rabia entraba a escena, en gran parte alimentada por la manipulación argumental y a la calculada explotación de cada escándalo y cada error.
Así como antes el crecimiento generó el bienestar que derivó en un optimismo general, el estancamiento fue decisivo en el malestar del “Estallido”, que luego derivó en una violencia que parte de los líderes políticos, por cobardía o conveniencia, no condenó o derechamente alentó.
El cuarto acto, la Pandemia, con su estela de desempleo y pobreza, ha hecho retroceder la economía 6%. El Estado Chileno se visto obligado a invertir 9% del PIB en ayudas. Se han gastado ahorros de años de austeridad fiscal. La relación deuda/pib se empina por el 35% y subirá hasta niveles complejos, incluso para las tasas históricamente bajas que hay en el mundo.
El Covid seguirá demandando enormes recursos. Y encima de todo, entramos a un proceso constituyente plagado de expectativas. Darles curso costará mucha plata. ¿De dónde saldrán los miles de millones para enfrentar estos desafíos históricos, si ya nos gastamos los ahorros y no queda mucha más deuda que tomar?. “Impuestos” dirán algunos. Pero eso, llevado al extremo generará cada vez menor actividad y dinamismo de nuestras empresas, que son las que producen y financian todo el sistema. Un círculo vicioso de mediocridad y frustración.
Ya adivinó usted que el Fantasma de la Constituyente no es otro que el Crecimiento. Una antigua estrella de todo foro, el centro de las políticas públicas. Es el único capaz de crear riqueza donde antes no la había. El único capaz de producir bienestar social y desarrollo humano en forma sostenida. Es él quien realmente nos sacaría de este problema. Deberíamos preguntarnos cómo se crea y cómo se cuida. Incesantemente. Cómo se trae de vuelta. Pero, a pesar de sus extraordinarias capacidades, nadie habla de eso. Estas preguntas decisivas no se le escuchan hoy a casi ninguno de los posibles constituyentes. El Crecimiento no está invitado al Palacio Pereira. Si no le llega un parte urgente, su fantasma de cara bondadosa va a penarnos por muchísimos años.
-El autor es emprendedor