El incierto escenario que enfrenta Francia

Newly-elected lawmakers make entry to the National Assembly in Paris
REUTERS/Gonzalo Fuentes

Los resultados de las elecciones legislativas dejaron un sistema político fragmentado, lo que adelanta una difícil negociación para formar gobierno, que podría paralizar al país durante meses.



Francia ingresó en territorio desconocido. La segunda vuelta de las elecciones legislativas anticipadas convocadas por Emmanuel Macron, luego de la derrota de su sector en los pasados comicios europeos, dio como resultado la Asamblea Nacional más fragmentada de la historia de la V República y sin ningún bloque con la mayoría necesaria, de 289 escaños, para formar gobierno de manera independiente y dar estabilidad. Una tendencia al fraccionamiento de las fuerzas políticas que se ha ido produciendo en Europa en los últimos años. Sucedió en Alemania, se repitió en España y llegó ahora el turno de Francia. Ello obligará a los distintos partidos galos a intentar alcanzar mínimos comunes para poder formar gobierno. Un desafío que, a la luz del nuevo mapa político que se diseñó en ese país, no parece fácil de lograr.

Luego de la ventaja alcanzada por la derecha nacionalista de Marine Le Pen en la primera vuelta de los comicios, el presidente francés buscó frenar una eventual mayoría de ese sector en la Asamblea llamando a apoyar a los candidatos que en los distintos distritos hubieran salido segundos y tuvieran mayores opciones de derrotar a la carta de Agrupación Nacional. El objetivo se logró, la extrema derecha estuvo lejos de la mayoría para formar gobierno y se quedó con 143 escaños. Pero como consecuencia, la izquierda del Nuevo Frente Popular se alzó como el grupo con más diputados en la Asamblea, instalando al líder de su partido más extremo, la Francia Insumisa, en el centro de la escena política. Paralelamente, la coalición del mandatario, si bien se ubicó en segundo lugar, perdió más de 80 diputados.

Francia quedó así dividida en tres bloques, de izquierda, centro y derecha dura, separados entre ellos por un puñado de escaños. En un país sin tradición ni experiencia en la formación de gobiernos de coalición, y considerando las posiciones irreconciliables entre varios de los sectores que conforman esas distintas agrupaciones, alcanzar acuerdos no parece fácil. Eso puede sumir a Francia en un largo periodo de parálisis e inestabilidad, donde opere un gobierno de administración a la espera de que las distintas fuerzas políticas lleguen eventualmente a un acuerdo. Algunos advierten que el fantasma de Bélgica, que permaneció por más de un año sin gobierno, asoma en el horizonte. Un escenario que, por el peso específico de Francia, podría tener consecuencias mucho mayores, en especial en la actividad de la UE.

Pero más allá del estancamiento en que puede caer la política francesa, producto en parte de la estrategia para frenar a la derecha nacionalista de Le Pen, los datos muestran que en los hechos este sector no solo fue el más votado -con más de un 37% de los sufragios, si se suman sus aliados-, sino que es el partido que viene creciendo más rápido en la política francesa. De los ocho diputados que obtuvo en 2017 pasó a más de 140, convirtiéndose en el tercer bloque de la Asamblea Nacional. Un hecho que da cuenta de un cambio profundo del escenario político de ese país y que responde, en parte, a la incapacidad de los distintos sectores en el poder de dar respuesta a las demandas de la sociedad francesa. Y frente a un sistema político paralizado, como el que se prevé, revertir esa tendencia parece difícil.

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