El legado de Mijail Gorbachov
El papel del exlíder soviético no solo fue clave para terminar con la Guerra Fría y el mundo bipolar, sino también demostró el anhelo de libertad que subyace en los seres humanos.
“El fracaso más exitoso de la historia” se titulaba una reciente columna que recordó el legado de Mijail Gorbachov, el líder soviético que contribuyó a poner fin a la Guerra Fría, pero fue incapaz en el intento de salvar la integridad de la Unión Soviética. La entonces superpotencia colapsó en diciembre de 1991, cuando el propio gobernante anunció su desaparición, reemplazada por la Organización de Estados Independientes, que tendría corta vida. Fue el punto final de un proceso que había comenzado poco más de seis años antes cuando Gorbachov asumió como secretario general del Partido Comunista soviético, el mayor cargo de poder de la entonces URSS.
Consciente de que el sistema no estaba en condiciones de mantenerse por mucho tiempo si no se hacían cambios, el entonces joven líder soviético -era el miembro de menor edad del Politburó en esos años- inició un proceso de restructuración económica (perestroika), apertura (glasnost) y democratización que activó una dinámica incontenible que se llevaría por delante a la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, desatando de paso el mayor cambio en el orden mundial desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Fue el término del mundo bipolar y de la amenaza de un enfrentamiento nuclear entre Washington y Moscú que había acechado al mundo durante décadas.
Si bien es cierto que Gorbachov fue en parte víctima de las circunstancias y el camino elegido tras llegar al poder en 1985 respondió a un profundo realismo político cuyo objetivo final era mantener el sistema, también lo es que en los momentos decisivos su opción no fue ahondar los enfrentamientos y atrincherarse en sus posiciones, sino que estuvo dispuesto a abrir canales de diálogo que terminaron favoreciendo los puntos de encuentro y no la confrontación, lecciones que hoy cobran especial relevancia. Como dijo la fallecida primera ministra británica Margaret Thatcher cuando se reunió por primera vez con él en 1984, “este es un hombre con el que se pueden hacer negocios”. Y ese espíritu primó durante los años que siguieron.
Pero la figura del exlíder soviético no está libre de contradicciones. Admirado en Occidente por ser el artífice de un proceso que como dijo la presidenta de la Comisión Europea permitió “derribar la Cortina de Hierro y abrió el camino para una Europa libre”, en su tierra natal no goza de la misma valoración. Una encuesta de 2021 lo ubicó como el líder político más odiado desde la creación de la URSS. Pese a haber terminado con un sistema que coartó violentamente las libertades individuales y violó sistemáticamente los derechos humanos, los rusos lo responsabilizan de la crisis económica en que se sumió el país tras el colapso de la URSS y de la pérdida de su relevancia mundial.
El legado más recordado de Mijail Gorbachov en estos días ha sido su valioso rol en el proceso de desarme y en el fin del conflicto entre las dos superpotencias mundiales que había dominado la política internacional por más de cuarenta años. Un proceso donde contó con una contraparte clave, en el entonces Presidente de EE.UU. Ronald Reagan. Pero junto con ello, los sucesos que puso en marcha el exlíder soviético con sus reformas dejaron también en evidencia el anhelo permanente de los seres humanos por la libertad. Los ciudadanos supieron aprovechar los nuevos espacios de apertura que habían ganado para terminar con años de totalitarismo y avanzar hacia una mayor democratización.
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