El llamado de la clase
El código que parece haber decidido la elección es claramente económico en vez de político: la mayoría de los votantes de la derecha de sectores medios y populares se inclinó por el apruebo. El fenómeno también ocurrió arriba (votó harta menos gente por el rechazo en esta elección que por la derecha en la última presidencial en las ahora infames tres comunas), pero de forma notoriamente atenuada. Es decir, fue principalmente la gente de derecha acomodada la que prefirió el rechazo y la comisión mixta. ¿Por qué? Hay varios factores posibles, pero lo lógico es asumir que la opción de los acomodados se inclina más fácilmente por razones ideológicas o políticas porque no están bajo la misma presión económica que las familias de otras clases sociales. Esta idea se refuerza con los resultados de diversas encuestas que muestran el desconocimiento de las élites respecto a las condiciones materiales de vida de los menos privilegiados.
De esto pueden seguirse varias conclusiones.
Lo primero es que la naturaleza del malestar no debería leerse ideológicamente. Aunque a la izquierda le cueste aceptar que no son dueños de las clases bajas y medias, esa es simplemente la verdad. El bando que lea el voto como traducción de preferencia política quedará perdido por completo. Más todavía considerando el sólido rechazo a los partidos que podría significar el masivo apoyo a la opción de la asamblea constituyente en desmedro de la mixta.
En segundo lugar, si lo dicho es correcto, la urgencia por lograr acuerdos amplios en torno al pronto inicio y proyección de reformas sociales importantes es al menos igual de importante que la operación de la asamblea constituyente. La clase política tiene una responsabilidad central en ese caso, y no puede dormirse en los laureles del proceso político.
Luego, si el voto más bien se cortó en el plano de la clase social que en el de la opción política, hay un segundo llamado de atención a las propias élites políticas: su polarización ideológica no es la expectativa de la calle. Es ridículo que millonarios como el senador Guillier sigan intentando empatizar con la rabia de la calle tuiteando ordinarieces. Lo que le debe a sus electores son acuerdos amplios en torno a reformas pragmáticas y realistas que le alivianen la carga a las familias con menos recursos.
Lo mismo vale para la derecha: JVR deberá, al menos, ofrecer la cabeza del partido luego de haberlo conducido a un callejón sin salida que alienó a casi toda su base popular. El exceso ideológico en desmedro del realismo económico y político salió trasquilado ayer. Y eso tiene que tener importantes consecuencias políticas en la coalición gobernante: Allamand, JVR y otros han sufrido un duro golpe en la interna frente a Lavín, Desbordes, Briones, etc. El gobierno debe reflejar ese resultado también.
En suma, creo que la hipótesis de la necesidad de un pacto de clases en relación al desarrollo institucional y su financiamiento, y una tregua de élites en torno a las áreas estratégicas de desarrollo institucional para los próximos 20 años sale reforzada luego de esta histórica elección. Ojalá nuestros políticos y nuestras clases acomodadas, de izquierda y derecha, estén a la altura de ambos desafíos.
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