El país frente a la catástrofe
La enorme cantidad de víctimas fatales en los incendios de la Región de Valparaíso obligan a investigar en detalle dónde estuvieron las fallas que llevaron a esta irreparable tragedia. Los protocolos para enfrentar estas emergencias requieren de profundos cambios.
Las 122 víctimas fatales que oficialmente se registran hasta este momento en los incendios forestales que han afectado a la Región de Valparaíso -particularmente en sectores de Viña del Mar- marcan un trágico hito en nuestra historia, pues nunca se había registrado tal cantidad de fallecidos en siniestros de este tipo. La cifra de víctimas previsiblemente seguirá creciendo con el paso de los días -todavía hay cientos de personas que figuran desaparecidas-, en tanto que los daños materiales son devastadores, con miles de viviendas afectadas.
Qué duda cabe, estamos en presencia de una de las peores catástrofes naturales en nuestra historia, donde la emergencia obliga en este momento a centrar todas las capacidades para ir en ayuda de las víctimas, las familias que lo perdieron todo y controlar los más de cien focos que siguen activos en distintas zonas del país.
Pero una vez que se logre controlar la fase más crítica, será indispensable abocarse no solo investigar en profundidad las causas del siniestro -resulta un antecedente de particular gravedad el que pueda haber habido intencionalidad- sino también investigar en detalle qué llevó a que se produjera tal cantidad de víctimas, considerando que en un incendio forestal hay un cierto margen para que la población pueda evacuar. Es evidente que para llegar a semejante desenlace es porque detrás de ello hay un cúmulo de fallos, lo que es fundamental aclarar para evitar que algo así se repita, como asimismo para despejar si hubo responsabilidad de las autoridades.
Aun cuando el sistema de evacuación a través de mensajes de texto ha sido un avance importante, hay múltiples testimonios de sobrevivientes que acusan no haber recibido la alerta o bien de forma tardía, una de cuyas razones podría ser la gran cantidad de antenas de telefonía celular que fueron destruidas. También es un hecho que muchas personas tampoco tenían claridad de hacia dónde evacuar -algo que resulta crítico cuando el incendio acecha en múltiples direcciones-, o que no sopesaron adecuadamente el riesgo que corrían al decidir permanecer en sus hogares. La misma evacuación en muchos puntos resultó caótica, revelando que en ese momento no hubo autoridades a cargo de coordinar.
En su larga historia de catástrofes naturales, el país ha ido extrayendo lecciones de cómo enfrentar terremotos, tsunamis o aluviones. Los incendios forestales siempre han estado presentes, y en general su impacto era acotado, pero en la última década su frecuencia y devastación se han incrementado sustantivamente. De hecho, un tercio de toda la superficie quemada en incendios forestales desde 1985 a la fecha se ha consumido entre 2016 y 2023. Los megaincendios ya han pasado a ser parte de nuestra realidad y todo indica que a medida que la temperatura promedio aumenta el escenario se pondrá peor.
La tragedia en la Región de Valparaíso está mostrando que ya no basta con aumentar el presupuesto destinado a combatir los incendios forestales para contener sus efectos. La dinámica y peligrosidad con que estos se desarrollan obligan a replantear todos los protocolos y planes existentes, así como preparar mejor a la población -sobre todo a la que vive en zonas de mayor riesgo- para enfrentar estas catástrofes. Actualizar los planes reguladores también resulta indispensable. El país tiene la exigencia de salir mejor preparado tras esta crisis.
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