El plebiscito es otra obra

Para el 26 de abril está fijado el referéndum constitucional.
Para el 5 de octubre está fijado el referéndum constitucional.

Toda la fuerza social que se ha movilizado (en la revuelta de octubre, por el 10%, por la violencia de género, por el Wallmapu) claramente encarna una democracia activa que entra en tensión con la de la ensoñación. Por tanto, estamos en la escritura de una obra totalmente diferente. Hay que abrir el telón, hay nuevas actuaciones...



Los debates recientes están copados de supuestos dilemas de clausura, en un binomio permanente entre el sí y el no, del populismo o la democracia, de la racionalidad o el caos. Lo que parece al menos entendible en un contexto incierto y a su vez lleno de expectativas, como lo es un proceso constituyente inédito. Incertidumbre por el escenario Covid-19 y su impacto sanitario y socioeconómico, incertidumbre por una sociedad activa y con opinión política, incertidumbre por procesos de reordenamiento político, incertidumbre por escenarios de posibles cambios. Expectativas sobre los horizontes posibles a poner sobre la mesa: defender el modelo a ultranza, actualizarlo o superarlo; expectativas sobre qué Chile quieren las mayorías.

Con la escena abierta y en desarrollo, la tentación de recrear la situación histórica del plebiscito del 88 y con ello sus narrativas, es alta. Y es que dicho acontecimiento entregó un relato comprensible del escenario político que se prolongó durante más de treinta años, por lo que cabría preguntarse: ¿Estamos recién ad portas de sellar la salida a la dictadura cívico-militar y, con ello, las deudas abiertas de esa situación histórica por los últimos treinta años a través de una nueva Constitución?

Si bien puede haber varias respuestas a esa pregunta, y varios sectores podrían identificarse con las deudas, difícilmente con todas las transformaciones que ha tenido nuestra sociedad, ese escenario político que se achicó socialmente -al punto de tener que mirarlo con una lupa para entenderlo- pueda dar cuenta del Chile que conquistó una senda constituyente el octubre pasado. Sus tentaciones de jugar en ese mismo escenario probablemente les depare volver a sorprenderse del Chile real.

El peso del telón de un Chile republicano, que varios historiadores bien señalan como proyecto inconcluso o truncado, despierta las ansiedades por aferrarse a lo conocido y seguro. A ese supuesto guión en que los grandes problemas de Chile se resolvían con diálogo y buenos acuerdos, pero que la crisis de control social en desarrollo que arrastra el sistema institucional dejó en clara evidencia que no eran grandes acuerdos del país, porque la ciudadanía no estaba. Se terminó de agotar la ensoñación de que la democracia podía ser un voto cada cierto tiempo.

Toda la fuerza social que se ha movilizado (en la revuelta de octubre, por el 10%, por la violencia de género, por el Wallmapu) claramente encarna una democracia activa que entra en tensión con la de la ensoñación. Por tanto, estamos en la escritura de una obra totalmente diferente. Hay que abrir el telón, hay nuevas actuaciones: el plebiscito de octubre se trata de otra obra. No de si eres moderno y neoliberal o arcaico y latinoamericano (como dijese un columnista hace algunos días y que además, no vive en Chile).

Si nos situamos en una nueva obra -alias ciclo político abierto-, se abre una conversación más fructífera y en la que pueden aparecer los debates sobre horizontes, donde el peso real de los sectores e intereses pase de la teatralidad a la realidad, y la apelación al populismo, de la polarización del debate elitario o de la desestabilización de tipo fascista, sea eso, un intento despolitizante de los dilemas que realmente hay sobre la mesa. Que nos encierra en una negación sistemática de la politicidad de la violencia de género o del conflicto mapuche, por situar algunos dilemas urgentes.

No se le pueden pedir peras al olmo, no es de la derecha de la que esperaremos ponerse en el libreto de un plebiscito que se tratará de si habrá o no soberanía de la sociedad, soberanía del pueblo para escribir las letras que ya se están actuando en este otro Chile. Las fuerzas de cambio tenemos un papel ineludible. No lleguemos tarde al estreno.

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