El principio de incertidumbre
Pensar entonces que las certezas de antes pueden repetirse es una quimera. Las primarias legales anteriores decidieron quien ocuparía la Moneda. Así fue en la de 2013 con Michelle Bachelet, y la de 2017 con Sebastián Piñera. También la cantidad de participantes superó las expectativas de ambas coaliciones, y los candidatos resultantes tienen en común ser figuras emergentes, y dispuestas a romper paradigmas. Aunque son buenas noticias, no es suficiente.
Pareciera a veces que la política chilena es leída por muchos en clave lineal. Los resonantes éxitos de Sebastián Sichel y Gabriel Boric, junto con la aparición de la senadora Provoste hacen pensar a muchos que el asunto está en ese triangulo. Si hay alguna certeza en la política chilena, es lo inesperado que han sido los resultados.
Desde octubre de 2019 la política chilena es una partícula errante. El profundo relato instalado de crítica a todas las instituciones, y por cierto a los partidos ha tenido efectos electorales. El reclamo contra un gobierno cuyos ministros se habían burlado de las personas golpeada por el alza del pasaje de metro, y antes de la cuenta eléctrica, se convirtió rápidamente en un torbellino contra todo. Posteriormente una pandemia desconfiguró completamente el mapa económico, encerró a millones de personas, y los líderes tradicionales parecieron estupefactos ante médicos y matinales.
Pensar entonces que las certezas de antes pueden repetirse es una quimera. Las primarias legales anteriores decidieron quien ocuparía la Moneda. Así fue en la de 2013 con Michelle Bachelet, y la de 2017 con Sebastián Piñera. También la cantidad de participantes superó las expectativas de ambas coaliciones, y los candidatos resultantes tienen en común ser figuras emergentes, y dispuestas a romper paradigmas. Aunque son buenas noticias, no es suficiente.
Un primer punto es un asunto que destacó el profesor Carlos Ruiz en una entrevista a este medio: hay un sector muy amplio de la población que electoralmente está en silencio. No hay certezas, ni información fidedigna hacia donde se va. Si se toman las participaciones recientes, en la compleja elección de mayo y en especial, en el plebiscito, quedan muchos votos por contar todavía. Por otro lado, la ex Nueva Mayoría es una fuerza electoral oculta. Ha sido errática a más no poder en sus candidaturas presidenciales, pero en las elecciones de gobernadores tuvo una victoria clara.
Hay también espacio en Chile para el populismo efervescente. Prueba de ello es que los días posteriores al estallido social, se produjo la aparición en las encuestas del millonario Farkas y de Parisi, el autodenominado Economista del Pueblo. Si en el mes que resta hasta la inscripción electoral aparece un candidato en ese registro, puede arrastrar votaciones desconocidas. El argumento del poco tiempo que tendría no es sostenible, como puede evidenciarse con Boric, quien pareció en su momento que no lograba juntar las firmas para ser candidato.
Además de ello los dos ganadores de las primarias enfrentan problemas complejos. En el caso de Sichel, debe sacarse a lo máximo el olor a Piñera. Se puede argumentar que no le costará mucho, dada sus anteriores rupturas con Orrego y Velasco, pero en esta requerirá toda su habilidad proverbial para deshacer una idea peligrosa para su candidatura.
Boric debe lidiar con una Convención Constituyente a la que le ha costado empezar a escribir su propio reglamento. Su campaña se entrecruzará con las discusiones más ácidas, y deberá manejar las posiciones más extremas que surgirán de allí y de las que se colgarán sus adversarios para ponerlo en dilemas. También para ambos, y más aún para las otras candidaturas que emergen surge la dificultad de administrar la compleja crisis política y del covid que vivimos. El día a día de camas críticas y ayudas sociales valdrá más que las excelentes ideas audaces que pueden leerse en sus programas.
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