El rol de la revolución empresarial
"Si revolución es entendida como un cambio brusco en el ámbito social, económico o moral ¿Cómo logramos como sociedad llevar a cabo la revolución digital, ambiental, climática o social que vertiginosamente requieren articular propuestas complejas sin un incentivo claro a convocar a las personas para que se unan tras ese objetivo?".
Te invito al desafío más grande que una persona podría tener en el mundo actual. Te invito a formar parte de una profunda causa que logre unir personas para servir a otras. Para unirnos, no existe otro actor que en la historia haya sido más propicio para cambiar el mundo que la “empresa”, que no es sino el espacio en donde todas estas personas en distintas etapas de su desarrollo (startup, PYME o gran empresa transnacional) se unen para profundizar en ese propósito y dependiendo de su alcance, logren sobrevivir y sostenerse en el tiempo. Este concepto es tan poderoso, que nos ha cambiado completamente desde cómo nos movemos, cómo vivimos, cómo compramos después de Cornershop o Mercado Libre, cómo valoramos al emprendedor PYME que tiene un trasfondo social en su cadena, cómo cambiamos los hábitos alimenticios a través de una NOTCO, cómo tomamos decisiones desde una aplicación en un celular o desde cómo se ha avanzado en descarbonizar la matriz con energías renovables. En Chile, estos cambios revolucionarios son silenciosos, sin violencia, no dependen de ningún político de turno, pero sí dependen de condiciones institucionales propicias avaladas por la interacción en sociedad con más de 19 millones de personas todos los días representados por proveedores, clientes, accionistas, trabajadores y sus familias.
Ahora, si el servicio otorgado por una empresa ya sea pública o privada es deficiente, ¿cuál es el rol del estado en relación al rol transformacional de la empresa en una sociedad moderna? ¿Autoconvocarse para que los políticos a través del estado solucionen los problemas de la sociedad o crear el marco para que se multipliquen las transformaciones socialmente deseables? A nivel constitucional debería consagrarse la libertad de emprender resguardando y promoviendo la iniciativa privada anclada en la libertad de asociación como un incentivo a unir personas detrás de un propósito. En esta línea, el rol de la empresa no está en ir contra del cambio, sino muy por el contrario, ser el catalizador social para que podamos llevar a cabo todas las transformaciones y desafíos para mejorar la calidad de vida de las personas.
Vemos con preocupación que en algunos países vecinos ese mandato se haya tergiversado y malentendido en su esencia más profunda en donde se monopoliza que el propósito sólo es canalizable por políticos y no por las personas que arriesgan libremente todo su capital, trabajo y esfuerzo para que esto se cumpla. Este hecho impide que la verdadera y necesaria transformación pacífica se arraigue en las personas que es donde debe residir.
Si revolución es entendida como un cambio brusco en el ámbito social, económico o moral ¿Cómo logramos como sociedad llevar a cabo la revolución digital, ambiental, climática o social que vertiginosamente requieren articular propuestas complejas sin un incentivo claro a convocar a las personas para que se unan tras ese objetivo? En esto no debe haber ni ambigüedades ni dobles discursos: más allá del buenismo de la política en favor del emprendimiento, esto debe traducirse en romper cadenas, incluir a más personas y en concreto, priorizar un entorno propicio de inversión y crecimiento que nuestro país imperiosamente necesita para poder enfrentar los duros y difíciles años que tenemos por delante.
Matías Concha.
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