Empresas convencionales
Varias petroleras europeas están enajenando activos e intentando cambiar su negocio, cediendo a la presión de inversionistas y activistas para reducir sus emisiones contaminantes. En Estados Unidos se han acelerado los nombramientos de mujeres y personas de razas minoritarias en directorios y cargos ejecutivos. En Australia, un gran fondo de pensión está en una encrucijada por la demanda de un aportante que lo acusa de poner en riesgo su pensión al no incluir criterios medioambientales en su política de inversión.
Fuertes movimientos tectónicos remecen al mundo empresarial. Bien vale reflexionar sobre las ideas que justifican estos grandes cambios, las cuales van más allá de etérea discusión sobre propósito versus búsqueda de utilidad, pues hay algunas luces sobre el rol que debiesen jugar las empresas chilenas en el agitado contexto nacional.
En su libro Reimagining Capitalism in a World on Fire, Rebecca Henderson, profesora de Harvard, justifica la necesidad del nuevo impulso empresarial por la lucha contra la degradación medioambiental, la desigualdad y el colapso institucional. En el trasfondo del nuevo movimiento -explica Henderson- hay una profunda convicción sobre el fracaso del sistema político y social en resolver los problemas que nos aquejan. Transformar las principales empresas es difícil, pero transformar los sistemas políticos y sociales lo es mucho más. Por ello, propone rearticular la arquitectura de quién y cómo se establecen las reglas, instigando al mundo de la empresa a entrometerse en lo que otrora fue monopolio del Estado.
Con gobiernos incapaces de encontrar soluciones al cambio climático, las empresas se comprometen a reducir sus emisiones. Dada la desigualdad para ciertos grupos, las empresas intentan emparejar la cancha ofreciendo oportunidades a quienes han tenido menos. Y frente a la erosión institucional, las empresas empujan los valores de un sistema capitalista sano para reconstruirlas.
Tal desafío implicaría, primero, articular modelos de negocio que contemplen su aporte a la sociedad manteniendo la búsqueda de eficiencias para generar utilidades. Segundo, detentar una reputación impecable, tanto en las empresas como sus liderazgos, pues la sociedad espera de ellos no solo manejar empresas eficientes sino también ser agentes de cambio.
Esto justificaría los crecientes casos de gerentes despedidos por problemas reputacionales, además de algunas dramáticas caídas de icónicos líderes empresariales tras el escrutinio público. Entre ellos el despido del CEO de la gigante minera Río Tinto por la destrucción de ruinas indígenas; el desplome de Leon Black, poderoso fundador del fondo de inversión Apollo, por su cercanía con el pederasta Jeffrey Epstein; el despido del CEO de McDonalds por mantener una relación consensuada con una empleada.
Pero estos cambios no están ajenos a complejidades y paradojas. Arbitrar entre diferentes objetivos no es fácil, especialmente cuando inversionistas confían su patrimonio a un equipo gerencial que enfrenta conflictos de interés como, por ejemplo, inflar su reputación personal en desmedro del patrimonio de sus accionistas. Además, implica entrar en terrenos peliagudos, para los cuales las empresas no necesariamente están preparadas. Por ejemplo, en estos días se escuchan críticas a varios fondos de inversión que compraron bonos de Bielorussia, cuyo presidente raptó un avión comercial para apresar a uno de sus opositores políticos. Atemorizados por la mala prensa los fondos han justificado que su rol es conseguir los mejores retornos, no juzgar quién ni donde se han cometido abusos.
Chile
En Chile, muchas de empresas también han anunciado compromisos con el medio ambiente, además de dar más oportunidades a mujeres en directorios y cargos ejecutivos. Dado que avanzamos hacia este nuevo movimiento empresarial, debemos reflexionar sobre los roles en la crisis política y social que afecta al país. ¿Corresponde al mundo empresarial participar en la solución, ya sea en el debate sobre una nueva constitución u otras instancias? Bajo la óptica del nuevo movimiento empresarial, no hay dudas al respecto.
¿Cómo hacerlo? Participar. Informar (especialmente cuando la prensa vive una crisis de recursos). Comunicar a viva voz la mirada desde la empresa. Denunciar abusos y malas prácticas. Coordinar las voces y crear coaliciones con otras entidades sociales.
En el capitalismo del siglo XXI, el mundo empresarial está llamado no solo a seguir las reglas sino a contribuir a definirlas. Para ello primero debe mantener una reputación impecable que le otorgue legitimidad en el debate demostrando que las empresas pueden ser agentes positivo de cambio. Segundo, operar en forma coordinada para hacer efectivos sus esfuerzos. En un mundo en llamas, propone la profesora Henderson, hay una responsabilidad moral -y también económica- a movilizarse para salvarlo. Chile lo necesita.