Estrategias para el control de la pandemia
Antes de insistir en medidas mucho más estrictas, parece razonable esperar a ver si en las próximas semanas el proceso de vacunación logra disminuir la presión por camas críticas. En paralelo, es acertado prorrogar el estado de excepción constitucional.
En momentos en que buena parte del país se encuentra en cuarentena total, el Colegio Médico ha presentado un plan para enfrentar la pandemia, la que apunta a eliminar la presencia del virus (“Covid cero”), buscando emular la experiencia de otros países, como Nueva Zelandia. La estrategia sugerida propone redefinir el actual plan “paso a paso”, partiendo de una fase 0 o de “cortocircuito” en todas aquellas zonas donde la incidencia sea mayor a 10 casos por 100 mil habitantes. La propuesta contempla que en dicha fase habrá un cierre total de todas aquellas actividades no esenciales durante tres semanas. Luego se contemplan otras tres fases, donde gradualmente se irán incorporando actividades.
Si bien el Ministerio de Salud se ha comprometido a evaluar el plan, a la vista la estrategia parece poco factible de poder ser aplicada, particularmente porque los síntomas de fatiga pandémica en la ciudadanía ya son evidentes -el escaso cumplimiento de las cuarentenas es señal de ello-, y no parece realista esperar que el grueso de las actividades pueda cerrase por tres semanas.
Ante lo incierto que resulta el comportamiento del virus, no cabe descartar de plano que en el futuro sea necesario recurrir a medidas más restrictivas -sin perjuicio de la importancia de evitar señales confusas a la población, tal como ocurre hoy con el pase movilidad, que en Fase 1 permite moverse dentro de la comuna de residencia, lo que hace muy difícil la fiscalización-, pero por ahora parece más razonable seguir por la estrategia en la que el país ya se ha embarcado, y que descansa fundamentalmente en el plan de vacunación, además de mantener una serie de restricciones, como aforos máximos y uso de mascarilla.
A medida que dicho proceso avanza ya hay más de 11,6 millones de personas que han recibido una vacuna, de las cuales 9,2 millones han completado su esquema de vacunación, esto es, el 60% de la población objetivo. La región de Magallanes está arrojando ciertas luces acerca de la efectividad de la vacuna, pues con más del 70% de su población inoculada, los ingresos a las UCI han disminuido en forma importante. Si acaso una vez alcanzada esa proporción en el resto del país -particularmente en la Región Metropolitana- se lograrán efectos similares, es aún una incógnita, pero si en algunas semanas más comienzan a notarse efectos que se traduzcan en una descompresión de las camas críticas, probablemente haría innecesario medidas tan restrictivas.
En paralelo, el Ejecutivo ha iniciado las gestiones para que el Congreso prorrogue por otros tres meses el estado de excepción constitucional de catástrofe, algo que esta vez no se aventura sencillo, considerando que desde el propio oficialismo hay voces reticentes a la prórroga, y en particular a seguir con el toque de queda. Aun cuando dicho estado de excepción rige desde marzo del año pasado y supone una serie de limitaciones a las libertades, todavía parece necesario que el gobierno cuente por un tiempo más con las facultades que permite el estado de catástrofe, y que han sido fundamentales para el manejo de la pandemia. Sin perjuicio de ello, debe revisarse si es necesario seguir con el toque de queda, o si bastaría con que el comercio y otras actividades cierren a una cierta hora, pero que ello no sea impedimento para que la gente pueda circular al aire libre.