Facebook y los efectos en adolescentes
Las revelaciones de que la compañía ocultó evidencia acerca de los efectos adversos de Instagram en adolescentes entrega nueva evidencia para ayudar a conocer los riesgos y generar herramientas que permitan un mejor uso de las redes sociales.
La serie de reportajes que ha publicado The Wall Street Journal en donde revela documentos y testimonios que dan cuenta de que Facebook, pese a tener estudios internos que mostraban efectos “tóxicos” de su plataforma Instagram en las adolescentes, decidió mantener oculta esa información y no tomó medidas correctivas de fondo, ha abierto una discusión acerca del poder que tienen las redes sociales, los efectos sobre la población y cuáles podrían ser las mejores herramientas regulatorias.
Los antecedentes que proporciona la investigación periodística -y que luego fueron refrendados públicamente por una exejecutiva de la compañía, que amparada en la legislación decidió entregar múltiples documentos sobre el ocultamiento de la información- revelaron, entre otros aspectos, que Facebook tenía plena conciencia al menos desde 2020 que Instagram estaba deteriorando los problemas de imagen corporal sobre todo de las adolescentes, con todas las secuelas psicológicas que ello conlleva. La revelación resulta especialmente preocupante, considerando que Instagram es la plataforma más utilizada por adolescentes en redes sociales, y que para el caso de Facebook y sus plataformas este nicho, así como los preadolescentes, interesa abordar con productos específicamente desarrollados para ellos.
Existía ya evidencia que sugería los efectos potencialmente dañinos de este tipo de plataformas, donde los adolescentes reportaban que exponerse a dichos contenidos podía incrementar síntomas de ansiedad, depresión o insatisfacción con la vida. Las revelaciones ahora conocidas proporcionan evidencia más concreta sobre estos efectos, lo que probablemente abrirá nuevas perspectivas para los investigadores y también para los reguladores de todo el mundo, así como para las propias familias, sobre los riesgos y cómo favorecer un mejor uso de las redes sociales.
El impacto de estas tecnologías ha sido inimaginable, pues gracias a ellas se han podido expandir las libertades -sobre todo la libertad de expresión-, poner información al alcance de la mano de miles de millones de personas, promover la defensa de las minorías, así como amplificar las posibilidades de emprendimientos y con ello mejorar el bienestar de la sociedad. Pero las redes sociales tienen también dimensiones complejas o peligrosas, probablemente hasta ahora no bien reguladas por tratarse de un fenómeno que suele ir más adelante que las legislaciones.
Los alcances de este debate por cierto que también tocan a nuestro país, pues el uso de redes sociales está completamente masificado: hay más de 16 millones de usuarios -la gran mayoría accede a través de sus teléfonos móviles-, donde Facebook cuenta con alrededor de 13 millones de cuentas, e Instagram sobre seis millones. La respuesta frente a estos desafíos no descansa en establecer todo tipo de barreras y cortapisas, así como controles que podrían asemejarse a censuras, sino en aprender a conocer sus ventajas y riesgos, para un uso más seguro de las redes sociales. En ello los establecimientos educacionales pueden hacer una importante labor, familiarizando a los alumnos, y también a sus familias, en el uso responsable de estas tecnologías, proporcionando herramientas para ello. Ante la evidencia ahora conocida, también hay más luces sobre la importancia de prestar más atención a la salud mental de los adolescentes, y en qué medida ciertos contenidos podrían estar dañándolos.
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