Fallida postulación a la presidencia del BID
La magnitud de la derrota sufrida por el candidato chileno a presidir el organismo plantea dudas sobre los elementos que tuvo a la vista el gobierno al momento de decidir su postulación.
Tras la salida anticipada de Mauricio Claver-Carone de la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), acordada por los gobernadores luego de dos años a la cabeza de la institución, el domingo pasado se llevó a cabo el proceso para elegir a su sucesor. En la ocasión y por un amplio margen -80,08% de los votos y el respaldo de 17 de los 28 gobernadores regionales- el expresidente del Banco Central de Brasil y reciente director del departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Ilan Goldfajn, se convirtió en el nuevo titular del organismo. El ex ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre, cuya candidatura había sido presentada por el gobierno chileno, obtuvo apenas el 9,93% de los votos y el respaldo de solo dos de los gobernadores de la entidad, quedando relegado a un lejano segundo lugar.
Sin perjuicio de las reconocidas capacidades del exministro, a la vista de los resultados obtenidos surge la pregunta de por qué el gobierno decidió presentar su candidatura y qué elementos tuvo a la vista al momento de hacerlo. La cercanía tradicional de Brasil con Estados Unidos -cuyo peso relativo en la votación para elegir al titular del Banco es significativo, de acuerdo con la constitución de la entidad- y las evidentes calificaciones de Goldfajn para liderar la entidad le daban un evidente favoritismo a la carta brasileña. Más aún luego de la venia dada a su postulación por parte de las recién elegidas autoridades de Brasil. A fin de cuentas, lo que estaba en juego era consideraciones a los países más que a los gobiernos de turno.
El resultado apabullante a favor del candidato brasileño, determinado en gran medida por los apoyos de países que concentran una cuota mayor de los votos, denota, sin embargo, un evidente error de cálculo de parte de las autoridades chilenas. Estas parecen no haber anticipado lo que iba a ocurrir. De ser así, habría sido preferible bajar oportunamente la candidatura en lugar de someterla a una derrota como la sufrida el domingo pasado. Se trata de una nueva desprolijidad en el manejo de la política exterior, que se suma a otras que se han visto en el último tiempo por parte de las actuales autoridades y que terminan afectando inevitablemente la posición del país en instancias internacionales.
Con una administración que ha apuntado sus objetivos a la integración regional y a la necesidad de que el país tenga una inserción importante en las relaciones con los estados del hemisferio y de la región, y en especial cuando existe una particular afinidad política con muchos de ellos, resulta todavía más sorprendente que La Moneda haya carecido de la información suficiente para evaluar los apoyos que despertaba la candidatura del exministro. De haber contado con esa información habría sido conveniente omitirse y favorecer otra candidatura, como lo hizo Argentina.
En una instancia anterior, cuando se planteó la postulación del abogado Claudio Grossman a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la decisión del gobierno de no apoyar su candidatura se justificó no sólo en la decisión de privilegiar la postulación del país para un cupo en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, sino también en la inconveniencia de entrar en un proceso sin la debida preparación y sin evaluar adecuadamente las posibilidades de triunfo. Una estrategia que evidentemente en esta oportunidad no se tuvo en consideración, pero que es necesario retomar si queremos mantener nuestra posición en el contexto regional.
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