Feriados y populismo legislativo

La diputada Yovana Ahumada (d) baila un pie de cueca en la Cámara de Diputados, tras la aprobación de un proyecto de resolución que solicita declarar feriado el 16 de septiembre para Fiestas Patrias.
FOTO: LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO

Más allá del impacto que el feriado del 16 de septiembre puede ocasionar en la economía, con preocupación se comprueba una vez más las dificultades de nuestra institucionalidad para contener las pulsiones populistas.



El gobierno resolvió patrocinar la petición formulada por la Cámara de Diputadas y Diputados a través de un proyecto de acuerdo -que fue respaldado por 108 votos- para establecer que este 16 de septiembre sea día feriado. De esa manera, se busca prolongar los días de descanso en estas Fiestas Patrias, considerando que el 18 de septiembre cae día domingo.

Los diputados detrás de esta iniciativa han hecho ver que los chilenos no han podido disfrutar de fiestas patrias normales en dos años, producto de la pandemia, por lo que esta sería la oportunidad para “recuperar” el tiempo perdido. También se ha hecho ver que esto ayudaría al sector turístico, al tener cuatro días continuos de asueto. La vocera de gobierno, por su parte, dijo que frente al amplio acuerdo parlamentario y ciudadano que ha despertado esta iniciativa, “tengo el placer de anunciar que lo vamos a apoyar”. A su vez, el ministro de Hacienda señaló que el impacto que tendrá este nuevo feriado en la actividad es muy marginal, pues solo restaría 0,2 del PIB mensual. Aclaró, sin embargo, que a diferencia del 18 y 19, el 16 no tendrá el carácter de irrenunciable.

Desde luego, llama la atención que una vez más se esté improvisando en materia de feriados, donde una parte importante del Congreso no pierde oportunidad de establecer feriados como una forma muy evidente de buscar congraciarse con la ciudadanía. El tema ya se había resuelto por vía legislativa para normalizar los feriados de Fiestas Patrias, de tal manera que si el 18 y 19 caían martes y miércoles, o miércoles y jueves, el lunes o viernes serían feriados. No obstante, el año pasado hubo intentos de último minuto en la Cámara para hacer que el 17 fuese “irrenunciable”, lo que finalmente no prosperó.

Chile ya es uno de los países con mayor número de días feriados en el mundo, por lo que ese solo antecedente debería llevar a legislar con cuidado en este tipo de materias, considerando además que el delicado momento por el que atraviesa la economía no hace aconsejable seguir con legislaciones que impacten en la actividad económica, aun cuando su efecto pueda ser marginal.

Pero el tema de fondo aquí va más allá del impacto puntual de un feriado. Con preocupación, se observa una vez más las crecientes dificultades que encuentra nuestro sistema político para lograr resistir las pulsiones populistas, sin que ningún estamento tenga la fuerza suficiente para detenerlo. En cambio, con tal de ahorrarse los costos políticos de la impopularidad, se prefiere consentir en ello, tal como acaba de suceder con el feriado del 16.

Ejemplos de cómo los parlamentarios han abusado de sus prerrogativas para lograr réditos políticos abundan -un caso paradigmático de ello han sido los proyectos de retiros desde las AFP-, siendo evidente cómo lenta pero sostenidamente el país ha ido migrando hacia una suerte de parlamentarismo de facto, un peligro que se potencia sobre todo cuando se está en época electoral.

Esta forma tan cortoplacista de entender la función pública, donde los mejores estándares de políticas públicas terminan siendo pasados por alto, está provocando severos daños en la confiabilidad que puede brindar nuestra institucionalidad, lo que es una señal muy inquietante.

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