Fórmulas de rescate a grandes empresas
Es indispensable que el país cuente lo antes posible con mecanismos de apoyo a grandes empresas que lo requieran, porque si colapsan arrastrarán a su vez a muchas Pymes.
Ha sido una señal valiosa que tanto el gobierno como el Congreso trabajen afanosamente para aprobar cuanto antes un proyecto de ley que fortalece el Fogape con hasta US$ 3 mil millones, creando con ello sustantivas garantías para que la banca pueda entregar financiamiento a pequeñas y medianas empresas, lo cual será vital en el ambiente de desplome productivo a raíz de la pandemia. Sin embargo, sigue pendiente una definición respecto de posibles rescates a las grandes empresas, donde claramente el país muestra un rezago respecto a lo que ya ocurre en países desarrollados. Estados Unidos, por ejemplo, ha comprometido unos US$ 25 mil millones para apoyar a las principales aerolíneas, mientras que Francia anunció que destinará 20 mil millones de euros para ir en rescate de grandes empresas.
La negativa inicial que traslució el gobierno para rescatar a grandes empresas ha dado paso a una actitud de apertura para buscar fórmulas de apoyo, probablemente ante la evidencia de que se avecina una catástrofe económica. Pero aun cuando esta disposición es valorable, el Ejecutivo sigue entrampado para dar con una fórmula que permita dicho objetivo. El Presidente de la República parece descartar una intervención en las empresas, inclinándose porque sea el propio sector privado el que aporte fondos para un salvataje, pero entregando algunos beneficios a los nuevos acreedores respecto de los antiguos. A su turno, el ministro de Hacienda ha refrendado que esta es una de las fórmulas en estudio, pero podría haber otras; comentó asimismo que se privilegiarán compañías sistémicas, y que el apoyo del Estado supondrá a su vez una reestructuración de la empresa rescatada, pero que la ayuda se verá caso a caso.
Al parecer, no se han dimensionado bien las implicancias de no brindar ayudas a las grandes empresas, tal como ocurre en el resto del mundo. Aunque pocas en número, por su tamaño concentran en torno a un tercio del empleo, y de ellas depende un sinfín de encadenamientos productivos que les prestan servicios. En buena medida son a su vez pequeñas o medianas empresas, por lo que si colapsa la gran empresa inevitablemente arrastrará también a sus proveedores, los que podrían quedar sin mercado, tornándolos muy riesgosos incluso para ser sujeto de los créditos con garantías que ha anunciado el gobierno. Eso es una muestra que pretender trazar una línea divisoria entre grandes y pequeñas empresas para efectos de diseñar rescates es artificioso y lo aconsejable es tener una mirada integral.
Se da también la circunstancia de que, a diferencia de lo que ocurre en épocas normales, la posibilidad de que las grandes empresas se financien en el mercado externo es actualmente muy difícil, lo que justifica que sean los gobiernos quienes al menos en el punto más álgido de la crisis sean los que apuntalen la economía, para evitar la destrucción del aparato productivo y masivas pérdidas de empleos. Con todo, más que una regla caso a caso, parece preferible que la autoridad diseñe una regla común de rescate, para así reducir espacios de discrecionalidad y agilizar los procesos.
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