Fracaso del acuerdo de exportación de granos
La nueva crisis que enfrenta la iniciativa impulsada por Naciones Unidas y Turquía hace urgente que Occidente encuentre vías alternativas para sacar los productos agrícolas ucranianos, evitando así ser objeto del chantaje de Rusia.
La decisión del Kremlin de no renovar la llamada Iniciativa para los Cereales del Mar Negro elevó no solo los riesgos de una emergencia alimentaria en varios países africanos, sino que amenaza con tener repercusiones en los precios globales de los alimentos. El acuerdo que fue alcanzado en julio del año pasado por Naciones Unidas y Turquía con las partes en conflicto permitió aliviar entonces la fuerte presión inflacionaria que estaba teniendo el conflicto en territorio ucraniano. Ese país no solo producía entonces cerca del 10% del trigo mundial, el 15% del maíz y más del 50% del aceite de maravilla, sino que además, junto con Rusia, representaban un tercio de la producción mundial de granos. Por ello, alterar la ruta de envío de esos productos a los mercados internacionales tiene severas repercusiones económicas y también humanitarias, porque cerca del 80% de los cereales distribuidos por el Programa de Alimentos de Naciones Unidas proviene de esa zona.
El acuerdo establecía que Rusia levantaría los bloqueos al envío de granos ucranianos a cambio de que ese país también pudiera comercializar por esa vía sus propios granos. Desde entonces el pacto ha sido renovado periódicamente no sin enfrentar crisis desatadas por Rusia, que acusa a las partes de no cumplir lo acordado con Moscú, cosa que Naciones Unidas niega. Incluso en noviembre del año pasado, la iniciativa fue suspendida por dos días luego de que el Kremlin se negara a renovar el acuerdo, lo que finalmente hizo. Esta vez, sin embargo, el panorama parece ser distinto y Moscú ha insistido que no dará su brazo a torcer a menos que, entre otras cosas, se levante la restricción a importar repuestos de maquinarias agrícolas, se descongelen activos y se vuelva a conectar el Banco Agrícola ruso al sistema Swift, del que fue excluido el sistema financiero ruso, condiciones inaceptables para Occidente.
Lo sucedido confirma las advertencias de algunas autoridades europeas de que Rusia podría terminar usando el acuerdo como un instrumento de chantaje en el conflicto. Durante los últimos 12 meses Ucrania logró exportar a través del Mar Negro más de 30 millones de toneladas de grano, y si bien la guerra ha reducido su capacidad productiva a la mitad, sigue siendo una fuente central de suministros alimenticios, por ello un bloqueo implica altos costos. Solo la semana pasada, tras el colapso del acuerdo, los valores futuros del trigo subieron un 13% y los del maíz un 9%. Para Rusia, frenar sus envíos también tiene costos, por ello muchos prevén que eventualmente se reincorporará al pacto, aunque aprovechará de paso el alza de precios causada por su propia decisión de marginarse. Pero más allá de ello, lo sucedido obliga a Occidente a evaluar otras vías de salida de los granos ucranianos para no seguir al arbitrio de Rusia, que ha sabido usar el acuerdo para beneficio propio.
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