Frente Amplio: el choque con la realidad

Primer Comite Central del Frente Amplio en el Ex Congreso de Santiago.
Javier Torres/Aton Chile

El pragmatismo que exhiben los sectores del FA que están en el gobierno contrasta con la línea más maximalista y lógicas de la “calle” que ahora último reivindican algunos sectores del partido. Esto es insostenible y se debe definir la línea por la que decantará.



El reciente comité central que llevó a cabo el Frente Amplio (FA) dejó a la vista la frustración que existe entre parte importante de la militancia por el destino de sus “reformas transformadoras” -donde es inocultable la decepción ante el hecho de que los procesos de cambio del primer gobierno frenteamplista no hayan sido tan rápidos y estructurales como se prometió en campaña- así como la preocupación por defender una línea de identidad del proyecto original del FA, que de algún modo han visto desdibujada bajo esta administración.

Es así como resienten que luego de haber prometido terminar con las Isapres, la “ley corta” aprobada a instancias del Ejecutivo no solo haya mantenido en pie a dichas aseguradoras, sino que incluso se consintiera en brindar plazos de hasta 13 años para efectos de cumplir con la devolución de pagos en exceso ordenada por la Corte Suprema. Asimismo, hay núcleos dentro del FA que también han explicitado las divergencias que se han identificado al interior de la propia coalición de gobierno, como por ejemplo en la línea que ha seguido el ministro Marcel en materia fiscal, o en ámbitos como la seguridad, donde a contrapelo han debido sumarse a iniciativas como un permanente estado de excepción constitucional -y el consecuente despliegue de militares- en La Araucanía.

Pero probablemente donde más evidente se ha visto esta inconformidad es en el curso de las negociaciones para alcanzar un acuerdo en materia de pensiones, donde se cuestiona abiertamente que la promesa de terminar con las AFP y establecer un nuevo sistema de seguridad social, basado en lógicas de “solidaridad”, no se esté cumpliendo. Para efectos de ejercer presión, se busca activar la movilización social -el “volanteo” al que convocaron con gran publicidad la semana pasada fue un fracaso, otra muestra de que sus posturas no parecen tener la sintonía de antaño con la ciudadanía- e incluso parlamentarios de la tienda frenteamplista mencionan la necesidad de que dicha presión también debe ser ejercida hacia “adentro del gobierno y del oficialismo”. Así, hay interés en consignar que una fracción del partido no tiene intenciones de “ceder ante el pragmatismo” y mantener en pie su vocación transformadora.

No cabe duda de que la nueva generación que llegó al poder se ha tenido que enfrentar al choque con la realidad que supone ejercer las responsabilidades de gobierno versus los ideales “revolucionarios”, lo que desde luego ha sido aleccionador para darse cuenta de que impulsar transformaciones como las que pretende el FA u otros sectores de la izquierda es mucho más complejo que el mero voluntarismo. Además de carecer de las mayorías políticas suficientes en el Congreso, la estrepitosa derrota que experimentó el mundo de la izquierda en el primer proceso constituyente también dejó en claro que la mayoría del país tampoco está dispuesta a avalar cambios radicalizados.

Hay sectores dentro de la izquierda que han asumido esta realidad con el debido pragmatismo, como ha sido el caso del gobierno del Presidente Gabriel Boric, donde el discurso de las transformaciones radicales ha sido dejado de lado para dar paso a visiones más equilibradas que ya no reniegan de la necesidad de tener un discurso más firme en materia de seguridad, o la importancia de volver a recuperar el crecimiento, para lo cual se exploran fórmulas como aliviar la carga tributaria de las empresas. Pero esta línea más pragmática que han asumido los sectores frenteamplistas que están en el gobierno contrasta con la visión más maximalista en que ahora último parece estar empeñándose el sector más político del FA, donde además de levantar con fuerza sus reivindicaciones ideológicas también parecen estar buscando activar la fórmula de presionar a través de la “calle”, incluso a su propio gobierno.

Es insostenible que junto con ejercer responsabilidades de gobierno, una parte del partido gobernante esté renunciando al pragmatismo y active lógicas más propias de la movilización social y que contravienen las propias políticas que impulsa el gobierno del que son parte. Con ello el FA pareciera estar poco a poco entrando en la misma dinámica que tanto se le ha criticado al PC -”un pie en la calle y un pie en La Moneda”-, por lo que es fundamental que el partido defina prontamente por cuál de las líneas se decantará.

No es cuestionable que el Frente Amplio sostenga determinados idearios y que busque concretarlos -eso es lo propio de cualquier partido político-, pero sí es preocupante que ya una vez en el gobierno siga habiendo sectores en su interior que no estén dispuestos a reconocer los límites de lo políticamente posible en cada momento, donde incluso no cabe descartar que en un tema álgido como las pensiones se pueda producir un quiebre con el propio gobierno.

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