Hacer lo correcto

Felicidad

"Cada decisión implica renunciar a algo y, por lo tanto, se hace difícil elegir."



Hace un tiempo almorcé con un tipo espectacular. Tremendo ejecutivo, padre de familia y ex gerente general de una importante multinacional. Hablábamos de la vida y de lo difícil que es, a veces, saber si uno está tomando las decisiones correctas, ya sea en el plano personal, familiar o profesional. Es un tema que nos entretuvo hasta el momento del postre.

El poder de elección es uno de los mayores regalos que nos da la vida. Sólo los seres humanos contamos con esa facultad de manera consciente, la del libre albedrío, que nos da la libertad para elegir y tomar nuestras propias decisiones, ya sea para hacer el bien o el mal. Más allá de las implicancias religiosas, éticas o morales que puede tener este principio y de los argumentos de quienes dicen que se trata sólo de un mito, la realidad es que la posibilidad de sentirnos en control de esas pequeñas o cruciales decisiones muchas veces nos perturba por no saber cómo actuar ante determinadas circunstancias. Lo he sentido más de una vez y, por momentos, me he visto absolutamente confundido respecto de qué es lo correcto.

“Do the right thing” es el slogan que comenzó a utilizar la compañía Alphabet, matriz de Google, a fines del 2015. Parece fácil decirlo y esta invitación a hacer lo correcto hace pensar que basta recurrir a los valores, el buen criterio y a la experiencia individual para hacer las cosas bien. Pero la realidad es mucho más compleja y es más fácil decirlo que hacerlo. “No se puede hablar y silbar al mismo tiempo”. Cada decisión implica renunciar a algo y, por lo tanto, se hace difícil elegir.

Mi amigo, mientras almorzábamos, me dijo algo que me encantó y me hizo mucho sentido. Me contó que él tomaba todas sus decisiones en base a tres preguntas que guiaban su actuar en la vida, independiente del ámbito en el que estuvieran. Las preguntas que él se hace, y que te invito a probar, son las siguientes:

  1. Si las consecuencias de la decisión recayeran totalmente en tu familia ¿tomarías esa misma decisión?
  2. Si la decisión se hiciera pública, ¿te sentirías orgulloso de haberla tomado?
  3. Si años más tarde, cuando tus hijos sean adultos y te pregunten por qué tomaste esa decisión ¿la explicación dada les permitiría seguir sintiéndose orgullosos de ti?

Si cualquiera de las preguntas anteriores tiene un NO como respuesta, la decisión no sería la correcta y debería ser revisada, me dijo.

De alguna forma, estas tres preguntas simplifican enormemente todo el análisis que muchas veces hacemos ante una disyuntiva profunda, ya que incorporan de manera implícita varios de los conceptos que la literatura especializada nos dice debemos considerar, lo que incluye el cambio de perspectiva, no ceder a la presión social, la empatía y los riesgos que se asumen, entre otros.

Seguramente cada uno tiene su propia fórmula de análisis o marco personal para enfrentar sus decisiones y ninguna es la perfecta, pero compartir nuestras experiencias y criterios nos ayuda a reflexionar y nutrirnos con mayores herramientas para lograr ser mejores seres humanos y generar cambios positivos en la sociedad. Gracias Daniel por esos consejos.

* El autor de la columna es emprendedor y fundador de Mapcity.