Incidente diplomático con Israel
Es fundamental que el país no siga dando muestras de desprolijidad en el manejo de sus relaciones internacionales, evitando actuaciones impulsivas o que no se condicen con los intereses de Estado.
El incidente recientemente protagonizado por el Presidente de la República con el estado de Israel, luego de que abruptamente el Mandatario se negara a recibir las cartas credenciales del embajador de dicho país, debe ser aleccionador sobre la importancia de que las relaciones internacionales sean conducidas conforme criterios de Estado, y no por improvisaciones o actuaciones precipitadas que, además de exponer la imagen de Chile, pueden afectar los intereses del país en forma permanente.
Como se sabe, la Cancillería había citado a distintos embajadores a La Moneda para la presentación de sus respectivas cartas credenciales, entre ellos el representante de Israel, pero el encuentro fue súbitamente suspendido debido a que se tuvo conocimiento de que un joven palestino había sido abatido por fuerzas israelíes en el norte de Cisjordania. La Cancillería explicó que ello se dio en el marco de la sensibilidad política que generó la muerte del adolescente, versión que luego sería ratificada por el propio Mandatario. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel emitió una dura declaración a raíz del incidente, haciendo ver que esto podría provocar severos daños en la relación entre ambos países. El hecho generó amplias repercusiones a nivel internacional, empañando la gira del Mandatario a Estados Unidos, con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas, pero además abrió también un flaco interno, con duras recriminaciones mutuas entre representantes de las comunidades palestina y judía.
La Cancillería chilena ofreció disculpas al embajador y al estado de Israel -la canciller a su vez se reunió en Londres con el Presidente israelí-, fijándose una nueva fecha para la entrega de las cartas credenciales. El incidente, al menos desde un punto de vista diplomático, por ahora parece haber sido superado, pero ello no es suficiente para desentenderse de sus repercusiones, siendo la más evidente que la relación con Israel, país con el que Chile mantiene amplios vínculos en los más variados ámbitos, queda a partir de ahora marcada por este incidente, introduciendo un ruido innecesario allí donde no lo había.
Si bien el jefe de Estado es quien tiene la exclusiva conducción de las relaciones internacionales, quedan a la vista los riesgos de dejarse llevar por actuaciones impulsivas, confundiendo las visiones personales con la política de Estado. En el caso concreto del delicado conflicto palestino-israelí, existen las instancias internacionales para hacer presente los cuestionamientos o denuncias frente a hechos de particular gravedad, pero ello debe ser el fruto de una política bien meditada, y no de una improvisación.
Este incidente, así como otros desaciertos -es el caso, por ejemplo, de no tener aún designados embajadores en países clave para Chile, como China o Brasil, o los constantes zigzagueos en materia de acuerdos comerciales con grandes bloques- trasluce desprolijidad y un manejo poco profesional de las relaciones internacionales, ámbito donde nuestro país ha dado muestras en el pasado de gran solvencia. Es fundamental que esto se rectifique, sobre todo tomando en cuenta que este tipo de tropiezos puede terminar comprometiendo los intereses del país en el largo plazo.
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