Incierta tregua en Gaza

A drone view shows damaged and destroyed buildings, following a ceasefire between Israel and Hamas, in Gaza City
A drone view shows damaged and destroyed buildings, following a ceasefire between Israel and Hamas, in Gaza City, January 20, 2025. REUTERS/Mahmoud Al-Basos

Las negociaciones que han permitido un alto al fuego entre Israel y Hamas ayudan a descomprimir la tensión en el Medio Oriente, pero la posibilidad de un acuerdo de paz definitivo descansa aún sobre bases muy frágiles.



El miércoles pasado, en Qatar, se llegó finalmente a un acuerdo entre los negociadores para establecer una tregua entre Israel y Hamas, lo que permite abrir un proceso de seis semanas de negociaciones que da una cierta luz de esperanza para que se pueda poner término a la guerra que se libra en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre de 2023, cuando miembros del grupo terrorista Hamas cruzaron la frontera israelí y asesinaron brutalmente a 1.200 personas, llevándose además a 251 como rehenes, de los cuales alrededor de 94 permanecían en esa condición, estimándose que solo 60 estaban con vida. Ello, a su vez, generó una implacable respuesta de Israel, que ha provocado más de 46 mil muertos, sobre 110 mil heridos y dos millones de personas desplazadas, además de la destrucción de parte importante de Gaza.

La tregua establece en una primera etapa la liberación de 33 rehenes por parte de Hamas y de prisioneros palestinos por parte de Israel -algo que ya empezó a materializarse el domingo con la liberación de las primeras tres rehenes y que deberá seguir gradualmente según avancen las negociaciones-; el retorno de la población palestina a todas las áreas de Gaza y la llegada de un volumen importante de ayuda humanitaria. Ello se hará junto con la retirada de las fuerzas israelíes a nuevas posiciones.

El acuerdo es altamente valorable y se reconoce el esfuerzo de Estados Unidos, Egipto y Qatar para intermediar entre las partes, atendido el impacto que los más de 15 meses de guerra han provocado no solo en daños personales directos sino también en la profunda destrucción de la infraestructura en Gaza que condiciona cualquier recuperación social y económica de su población. De igual manera, ello permite bajar en parte la extrema tensión en el Medio Oriente, sacudido también en los últimos meses por el conflicto entre Israel y Hezbolá en el Líbano, el grave enfrentamiento con Irán y la crisis que azota a Siria.

Sin embargo, esto es solo el principio y todo dependerá de la voluntad de las partes para que se pueda avanzar en esta distensión, lo que de momento se ve muy incierto. Esto no solo porque no hay certeza alguna de que las siguientes fases del plan se cumplan, sino porque tampoco han desaparecido aspectos de fondo que pueden llevar a la reactivación del conflicto en cualquier momento. Así, la destrucción de Israel sigue siendo uno de los objetivos de Hamas; el grupo no ha renunciado a su aspiración de mantener el control de la Franja, y su aparataje militar, aunque debilitado, no está del todo destruido, en tanto que las políticas de asentamientos israelíes en Cisjordania, como asimismo su objetivo de hacer desaparecer a Hamas para brindar seguridad interna, seguirán en el tablero, además de otras medidas de presión. Adicionalmente, las divisiones que puedan afectar al gobierno de Benjamín Netanyahu a consecuencia de las negociaciones podrían debilitarlo en el liderazgo interno requerido para avanzar en el proceso.

Con todo, hay incentivos que siguen jugando a favor de un acuerdo a largo plazo, pues a Israel le permitiría cerrar un delicado flanco, y Gaza podría iniciar su proceso de reconstrucción. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos también podría ser un factor adicional que fuerce a un acuerdo duradero entre las partes, dada la reticencia del Mandatario a seguir involucrando a su país en conflictos bélicos. Pero es un hecho que todo este proceso descansa sobre bases aún muy frágiles.

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