¿Inflación, por favor?
El 2021 puede ser el año en que por fin vuelve la inflación. Sin embargo, el mercado debería tener cuidado con lo que desea, ya que esto también puede poner a las autoridades en una situación complicada, posiblemente revelando algún limite en las políticas de estímulo o incluso un cambio de tendencia hacia algo más restrictivo.
Desde la crisis económica y financiera de los años 2008-9 el mundo ha estado enfrentando un paradigma deflacionario. Para enfrentar esta situación, hemos sido testigos de estímulo monetario coordinado a nivel mundial sin precedente, que no ha sido capaz de generar la inflación que típicamente coincide con un ciclo de expansión. Aunque hubo algunos inicios en falso, como en 2015 cuando la Fed trató de “normalizar” sus políticas expansivas, las reacciones del mercado han sido adversas, generando expectativas deflacionarias aún más fuertes. Como consecuencia, este ciclo derivó en tasas de interés nominales en mínimos históricos, y tasas reales negativas en la mayoría de los países del mundo.
Al igual que los años anteriores, el 2020 partió sin la presencia de inflación. La gran mayoría de los economistas de los equipos de estudios más conocidos en el mundo no presentaban expectativas para un aumento importante en inflación hasta 2022 o después. La gran duda era si existían herramientas suficientes de política monetaria o fiscal para superar una eventual recesión en este ambiente deflacionario.
Sin embargo, con la llegada de COVID-19 y enfrentando la crisis económica más potente desde la depresión de los años 30s, las autoridades mostraron que aparentemente no hay límites a este experimento de estímulo y tomaron una postura de “lo que sea necesario”. La Fed en particular, casi duplicó el tamaño de su balance, alcanzando USD7.4 millones de millones en diciembre. Por lo tanto, si alguna vez hubiera un momento para la inflación, pareciera ser ahora.
Aunque los datos de inflación al nivel mundial todavía no muestran un cambio importante en los precios, hay algunas señales iniciales de riesgos inflacionarios en el horizonte, particularmente en mercados emergentes. Chile, por ejemplo, ha experimentado una tendencia alcista en los últimos meses y las expectativas para el próximo año ya están convergiendo con la meta del banco central de 3%. Este ejemplo resulta particularmente interesante, ya que Chile tiende a ser un indicador adelantado producto de su exposición al comercio global.
Esto también coincide con un aumento importante en los precios de las materias primas. Aunque la debilidad del dólar explica una parte, ciertos commodities tales como plata, hierro, cobre y soya han subido más de 30%. Mientras tanto, las curvas de tasas, incluso en mercados desarrollados como EE. UU., también están mostrando señales crecientes en las expectativas de inflación con las tasas de los bonos de tesoro protegidos por inflación (TIPS por sus siglas en ingles) de 5 años ya testeando los niveles más bajos en la historia. Esto también refleja el nuevo concepto anunciado por la Fed de tener un objetivo de inflación promedio durante un cierto periodo de tiempo (AIT por sus siglas en ingles). En resumen, la Fed podría compensar menor inflación pasada con inflación futura, lo que podría abrir un espacio de mayor inflación hacia delante manteniendo aún políticas expansivas.
Sin duda, COVID-19 aceleró el próximo cambio de paradigma. El 2021 puede ser el año en que por fin vuelve la inflación. Sin embargo, el mercado debería tener cuidado con lo que desea, ya que esto también puede poner a las autoridades en una situación complicada, posiblemente revelando algún limite en las políticas de estímulo o incluso un cambio de tendencia hacia algo más restrictivo.
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