Jugando con papeles

Depósitos olvidados en los bancos superan los $70 mil millones

Los políticos están empecinados con que los chilenos renunciemos a nuestra participación en negocios productivos (riqueza que tenemos a través de nuestros fondos de pensión) a cambio de más dinero.



En una entrevista de 1919, Lenin habría explicado por qué cientos de miles de rublos estaban siendo creados día y noche sin parar. “No es para llenar las bóvedas del Estado con papel sin valor, sino que es una acción deliberada para destruir el valor del dinero como medio de pago… pronto, hasta el campesino más básico se dará cuenta que el dinero no es más que un pedazo de papel… y la gran ilusión del valor y poder del dinero, en que se basa el estado capitalista, habrá sido destruida”, decía en la entrevista. Algunos creen que este mensaje no es más que un esfuerzo por parte del líder bolchevique para darle un significado político al mecanismo que utilizó para “financiar” su guerra contra la oposición. Cual fuera el motivo, Keynes dijo posteriormente del episodio: “Lenin ciertamente tenía razón. No hay manera más sutil, ni segura, para derrocar los fundamentos de una sociedad que corromper su moneda”.

Que yo sepa, la mayoría de los políticos chilenos no tiene un plan maestro como el de Lenin para corromper el activo intangible más valioso que tenemos: nuestra moneda. Sin embargo, me parece que al igual que tantos otros políticos latinoamericanos antes que ellos, están descubriendo que hasta un “pedazo de papel” puede servir para financiar su guerra por ser reelectos.

A este oportunismo disfrazado de buenismo que vemos hoy sumaría la ya habitual dosis de ignorancia, donde dinero y riqueza serían lo mismo. Mire usted, alegan que las “ayudas” son insuficientes, mientras el IFE (mecanismo muy efectivo para corromper la moneda ya que cambia dinero por nada) supera con creces la caída del producto (riqueza) causado por la pandemia. Conjuntamente, están empecinados con que los chilenos renunciemos a nuestra participación en negocios productivos (riqueza que tenemos a través de nuestros fondos de pensión) a cambio de más dinero. Por último, después que todas las “ayudas” inimaginables hasta hace poco han sido dadas, algunos salen con la desfachatez: dinero había, faltaba voluntad. Les informo, Chile cuenta con el monopólico mundial en la producción del peso chileno, dinero no faltará si esa es su triste voluntad (hasta los países más pobres del mundo pueden fabricar trillones diariamente). Hay distintas maneras de quitarle autonomía al Central, y lo que está haciendo el Parlamento y el gobierno es una de ellas.

En medio de toda esta confusión, y horas hombre perdidas, el dinero hace lo suyo. En la medida que haya capacidad ociosa, como felizmente ha ocurrido hasta ahora, una dosis razonable de dinero puede incentivar a alguien a hacer cosas (crear riqueza). Sin embargo, cuando pasamos a la irracionalidad (dinero por nada), la inflación empieza a hacer su magia negra, quemando cualquier exceso de “ayuda”. Algunos dirán que la inflación es un efecto transitorio asociado al IFE y los retiros. Puede ser, sin embargo, el impacto en el poder adquisitivo del peso chileno es permanente.

El juego con papeles no termina aquí, el dinero que se inyectó en exceso va a tener que ser retirado para mantener a raya la inflación, más conocido como “financiar” el gasto público vía impuestos. Proceso lleno de costos también. Primero, para que el Fisco pueda retirar 100, debe causar un daño económico superior a 100 debido a los cambios de comportamiento a los que lleva el nuevo tributo (la eficiencia de un impuesto casi nunca es 100%). Por su parte, el costo de un tributo tampoco recae necesariamente en quien se espera. Un mayor impuesto a las utilidades de una empresa puede terminar siendo asumido por accionistas, empleados o clientes en proporciones determinadas por las fuerzas del mercado, no por el legislador, cargando el mayor costo quien tenga menos alternativas para “salirse” de ahí.

Para terminar, me gustaría recordarles a los líderes políticos de nuestro país que el único incentivo con que el Estado cuenta para hacer que sus ciudadanos se levanten cada mañana a hacer cosas de verdad, y no jugar con papeles, es el intangible dinero. Su deber es cuidarlo.