La carrera hacia la resiliencia

A public school student gets his temperature checked before entering the building for the first day back to class amid the COVID-19 pandemic in Buenos Aires, Argentina, Wednesday, Feb. 17, 2021. The capital city is returning its students to in-person classes on Wednesday with alternating attendance. (AP Photo/Natacha Pisarenko)

El 2020 nuestra sociedad vivió un gran fracaso, con un nivel de exposición que nos sorprendió a casi todos develando nuestras fragilidades y falta de preparación para un riesgo anunciado.



Durante la cumbre de la tierra, en junio del 92, el exitoso empresario suizo Stephan Schmidheiny, quien había estado detrás de la transformación de Eternit, y la fundación de empresas como Swatch y Masisa; lanzó una frase que nos ha acompañado recurrentemente por casi 30 años, y ha tomado sentido global en los últimos 12 meses. La frase original, que ha sido aplicada a diversos ámbitos dice que “No existen empresas exitosas en sociedades fracasadas”.

Y es que el 2020 nuestra sociedad vivió un gran fracaso, con un nivel de exposición que nos sorprendió a casi todos develando nuestras fragilidades y falta de preparación para un riesgo anunciado.

La gran mayoría de la población del mundo perdió algo o más de algo en el 2020. Muy pocos ganaron, y definitivamente todos estuvimos expuestos. A nadie le sirve una sociedad que opera de esa forma. Incluso los que esta vez pudieron ganar necesitan una sociedad considerablemente más resiliente y mejor preparada. Una sociedad más equilibrada, justa y saludable. Necesitamos una sociedad donde todos puedan tener acceso a prosperar, a pesar de los embates que seguirán llegando. Como diría todo buen médico, siempre es mejor y más barato prevenir que curar.

El COVID19 ha dejado en claro que la mejor opción es construir sistemas resilientes para que nuestras comunidades, empresas y economías se preparen, se recuperen y prosperen a pesar de los choques sociales y medioambientales. Por un lado, esto significa restaurar los recursos naturales que amortiguan dichos impactos: el aire, el agua, los bosques, el suelo y los océanos. Por otro, significa identificar vulnerabilidades que existen en los sistemas humanos y adaptarlos – por ejemplo, apoyando preventivamente a las comunidades más expuestas, corrigiendo graves errores en las viviendas de muchas zonas del mundo, eligiendo cultivos más resistentes a la sequía, fortaleciendo nuestra infraestructura para soportar las inundaciones, y reevaluando inversiones en actividades climáticamente expuestas. Necesitamos crear una cultura resiliente que comience por reconocer nuestras fragilidades y aprenda de los errores. Es por ello por lo que ambos Climate Champions de la COP lanzamos la carrera hacia la resiliencia (Race To Resilience), una campaña global, hermana de Race To Zero (la carrera hacia las cero emisiones), y que sabemos servirá para involucrar al sector privado en ámbitos que normalmente se dejan exclusivamente en manos de los gobiernos, nacionales o locales.

Esta campaña buscará aumentar la resiliencia de 4 mil millones personas altamente vulnerables a riesgos climáticos durante la próxima década. Se trata de transformar campamentos en ciudades saludables, limpias y seguras; equipar a pequeños agricultores con las tecnologías, herramientas y habilidades necesarias para adaptarse al cambio climático; proteger zonas costeras; y asegurar las vidas y actividades de cientos de millones de personas, entre otras acciones.

Esfuerzos como estos hacen especial sentido en países como el nuestro que ya está sufriendo eventos extremos climáticos más frecuentes e intensos: sequias, incendios, olas de calor, tormentas y hasta lluvias torrenciales fuera de estación – como las de enero. En términos económicos, ya estamos pagando un precio alto por nuestra falta de resiliencia.

Los y las líderes empresariales de esta carrera hacia la resiliencia saben que necesitan una sociedad exitosa y por lo tanto están decididos a ser parte de la solución. Son personas determinadas a prevenir en vez de curar, y que reconocen como un imperativo del siglo XXI la necesidad de incorporar la resiliencia social y ambiental en el ‘business as usual’, no sólo como parte de la relación comunitaria, sino que como elemento fundamental en las prácticas de la compañía y anclado en el modelo de negocio.