La centroizquierda irrumpe en el Rechazo

Rechazo

La gran cantidad de figuras asociadas a este mundo que se han decantado por el Rechazo no solo ha llevado a revestir de mayor transversalidad a esta opción, sino que podría estar adelantando nuevos clivajes en el mapa político.



Luego de que el lunes pasado la Convención entregara oficialmente su propuesta de nueva Constitución y procediera a disolverse, numerosas figuras de la centroizquierda salieron a tomar postura públicamente. Las aguas naturalmente también están muy divididas en este sector; así lo revela, por ejemplo, una investigación realizada por este medio, en donde se aprecia que el 50,3% de los exministros que integraron los gabinetes de los gobiernos de la Concertación se inclinan por el Apruebo. A la vez, esta semana circuló una carta de connotadas personalidades también ligadas a ese mundo -donde se cuentan varios exministros- en favor del Rechazo. Sintomático es lo ocurrido con la Democracia Cristiana, que pese a haber tomado institucionalmente partido por el Apruebo, varios de sus parlamentarios más emblemáticos dieron a conocer por estos días su opción por el Rechazo, postura que esta semana también adoptó el expresidente Eduardo Frei. Antes, la expresidenta Michelle Bachelet se había pronunciado en favor del Apruebo.

Pero probablemente el mayor impacto político lo produjo el expresidente Ricardo Lagos, quien en una comentada carta pública -visión que profundiza en una entrevista publicada en esta edición- señaló que ni la nueva ni la actual Constitución representan lo que Chile necesita, postura que, como era esperable, ha sido fuertemente resentida por los núcleos ligados al Apruebo. Siendo Lagos la figura más emblemática de los “30 años”, su opinión ha calado fuerte en los sectores de centro, y previsiblemente también en parte de los indecisos.

La eclosión de figuras de la centroizquierda que han tomado público partido por el Rechazo, o bien que han marcado distancia de la propuesta constitucional, es un hecho político de especial significancia del cual se pueden derivar alcances que pueden ir más allá del plebiscito de septiembre. En lo inmediato, esta masiva adhesión al Rechazo -el camino había sido abierto previamente por “Amarillos por Chile”- está logrando un efecto aún no bien dimensionado, cual es transformar al Rechazo en una opción transversal, dejando de ser una alternativa asociada estrictamente a la derecha política, cuyos principales partidos ya habían tomado la postura institucional de rechazar.

La transversalidad que está logrando esta opción es probablemente lo que explica por qué el Rechazo de forma persistente sigue liderando -y con holgura- en la mayoría de los estudios de opinión, y en la medida que esta tendencia siga asentándose, se asemejará de algún modo a lo que sucedió con la opción Apruebo en el plebiscito de entrada, cuando la izquierda y buena parte de la derecha no dudaron en la necesidad de avanzar hacia el objetivo común de una nueva Constitución. Finalmente fue esa transversalidad la que le dio un triunfo apabullante e incuestionable al Apruebo; el que esta vez toda la derecha política, parte importante de la centroizquierda y sectores como el Partido de la Gente estén confluyendo en un objetivo común está llevando a que, impensadamente, la opción Rechazo sea ahora la que despierte más transversalidad.

El paso hacia el Rechazo que han dado tantas personalidades emblemáticas de centroizquierda no ha estado exento de costos políticos y personales muy altos. Las durísimas recriminaciones de que han sido objeto por parte de los núcleos más duros de la izquierda traslucen la misma intolerancia y ánimo de cancelación que permeó en buena parte de los convencionales, y que tanto daño le hizo a la Convención.

Sin duda el proceso de tomar distancia de los grupos de pertenencia y sustentar las propias convicciones, aun si ello significa aparecer en la misma postura que la derecha política, no solo resulta una actitud encomiable en cuanto a madurez cívica, sino que además es el tipo de mentalidad que permite dejar atrás viejas trincheras e ir abriendo espacio para eventualmente configurar nuevos escenarios políticos. No es descartable que con este proceso constituyente -que parece haber fracturado fuertemente al mundo de la izquierda, dejando a la vista visiones de país muy distintas- ocurra algo similar a lo que sucedió a fines de los 80 con el “No”, causa que terminó uniendo a distintos grupos de izquierda y centroizquierda -separando aguas de los grupos más radicalizados, en particular del Partido Comunista-, lo que luego devino en la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición que gobernó por décadas.

Es temprano para dar por establecido que a partir de una nueva Constitución -también sería prematuro anticipar el triunfo del Rechazo- el mapa político cambiará, pero sí parece un hecho que se divisan las primeras señales de lo que podría ser un nuevo clivaje, a partir del cual se vayan configurando las nuevas coaliciones de futuro, dejando atrás el esquema de alineación de fuerzas políticas que imperó en las últimas tres décadas.

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