La columna de Gonzalo Larraguibel: Reencantar al talento, un desafío para la competitividad y sostenibilidad del país

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"La urgencia de abordar desde el sector público, privado y la academia el desafío de evolucionar la formación escolar, técnica y profesional, acercando más los conocimientos y competencias de nuestros estudiantes a las necesidades reales del complejo mundo actual; hacer del reskilling y upskilling una práctica habitual, constante y realista, donde las personas actualicen sus habilidades sin sentirse abrumadas; y generar mejores mecanismos para reencantar al talento, cada vez más deseoso de conectar con propósitos inspiradores y contar con trabajos flexibles, innovadores, diversos, éticos y sostenibles, que les permitan un equilibrio real entre su desarrollo profesional y personal."



Contar con el talento adecuado se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de las empresas. La constante aparición de nuevos competidores, muchos de ellos con modelos de negocio disruptivos y propuestas de valor más atractivas, sumado a la globalización y permanentes cambios sociales, medioambientales y geopolíticos, entre tantos otros que vivimos en múltiples dimensiones, han provocado una fuerte competencia global para atraer a los mejores. Más aún, nuevas formas de trabajo donde disminuyen las barreras geográficas, junto a mayores expectativas de calidad de vida, solo apuntan a seguirla acrecentando.

Hace un par de semanas se desarrolló en Berkeley una reunión de chilenos que estudian o han estudiado MBA´s en EEUU. El encuentro transmitía verdadera alegría, pero también invitaba a reflexionar sobre un tema muy relevante: la creciente fuga de talento. Al igual que sucede con otros países de la región, una mayoría de profesionales que deciden embarcarse en este camino terminan quedándose fuera. Evidencia de ello, es que si bien solo 67% de los estudiantes del MBA 2021 del MIT eran ciudadanos estadounidenses, el 91% de aquella generación aceptó trabajos en dicho país. En línea con ello, este año por primera vez en Chile se llenaron totalmente los cupos para rendir la prueba SAT, la cual permite postular a universidades de pregrado en EEUU, generando incluso que varios postulantes viajaran a Buenos Aires para poder darla.

Siguiendo con el ejemplo de los MBA, al analizar datos duros de programas líderes como Columbia, Harvard, MIT e IESE, podemos ver que, consistentemente, el promedio del salario de entrada anual de la clase 2021 fue de USD 150 mil, incluyendo un bono adicional de USD 30 mil al aceptar la oferta. Sin embargo, a pesar de lo atractivo que esto suene, el salario no parece lo más relevante al momento de escoger un lugar para trabajar. Como señalan los mismos talentos, la principal razón tiene que ver con el sentido de propósito de la empresa, el potencial de crecimiento profesional y personal que ofrece la posición y cómo esta se equilibra con las perspectivas de calidad de vida. Reflejo de lo mismo es lo que ha sucedido con la “gran renuncia”, fenómeno que ha golpeado con fuerza a numerosas compañías norteamericanas durante el último año, incluyendo a algunas tan reconocidas como Tesla, Netflix y Goldman Sachs. De acuerdo a un estudio del MIT que analizó 500 empresas que representan un cuarto de la fuerza laboral del sector privado en EEUU, en términos generales, las razones de esta fuga distan bastante de la dimensión económica, siendo el rechazo a las culturas corporativas tóxicas, por lejos, su mayor gatillante.

Todo esto pone de manifiesto un enorme desafío. En sus propios países, las oportunidades salariales para los egresados de estos programas de MBA alcanzan solo el 60% del promedio de EEUU. Además, la creciente incertidumbre que rodea algunos de los procesos políticos y sociales que estos enfrentan, también ensombrecen las posibilidades de crecimiento y estabilidad. Peor aún, un reciente estudio de Ipsos posiciona a Chile entre los países menos felices del mundo, lo que sumado a lo anterior hace que regresar a la patria, los amigos y la familia muchas veces parezca una compensación insuficiente. Algo que, en otros tiempos no muy lejanos, era absolutamente indiscutible.

Para volver a ser competitivos en este nuevo contexto, más allá de lo técnico, las capacidades adaptativas y de innovación son cruciales. No obstante, estas dependen en gran medida del talento, el cual sabemos es cada vez más escaso, global y con tendencia a moverse por incentivos distintos a los tradicionales. Esto aumenta la urgencia de abordar desde el sector público, privado y la academia el desafío de evolucionar la formación escolar, técnica y profesional, acercando más los conocimientos y competencias de nuestros estudiantes a las necesidades reales del complejo mundo actual; hacer del reskilling y upskilling una práctica habitual, constante y realista, donde las personas actualicen sus habilidades sin sentirse abrumadas; y generar mejores mecanismos para reencantar al talento, cada vez más deseoso de conectar con propósitos inspiradores y contar con trabajos flexibles, innovadores, diversos, éticos y sostenibles, que les permitan un equilibrio real entre su desarrollo profesional y personal. No hacerlo hará que, junto con nuestros talentos, cada vez se aleje más la aspiración de ser un país próspero y con mayores oportunidades, perdiendo competitividad y las posibilidades de construir un mejor futuro. ¿Cómo reencatamos a este talento para que sean parte de un proyecto país que beneficie a toda la sociedad? ¿Cómo Chile fortalece sus políticas públicas para la formación, atracción y retención del talento necesario para que sea realmente viable el futuro que deseamos construir? ¿Cómo los empresarios transforman sus empresas para convertirlas en una propuesta atractiva para las nuevas generaciones, con un propósito inspirador, mayor innovación, sostenibilidad y diversidad, incluyendo nuevos estilos de vida y trabajo?

* Socio de Virtus Partners