La columna de Roberto Camhi: Preocúpate de la guerra, no de las batallas
"La confianza en los equipos, y al interior de ellos, es clave para lograrlo, evitando caer en relaciones transaccionales basadas en objetivos individuales y de corto plazo."
¿Es posible ganar casi todas las batallas, pero finalmente perder la guerra? Esta pregunta es la que usa Simon Sinek, quien ha inspirado a millones de personas y ejecutivos de empresas a repensar su estrategia, su propuesta de valor y la forma en la que la comunican internamente y a sus clientes, para explicar lo que él define como «El juego Infinito».
Hace un tiempo me topé con su último libro, de nombre homónimo, en donde intenta resolver justamente la pregunta que expongo. El autor lo ejemplifica con lo que pasó en la guerra de Vietnam, donde Estados Unidos ganó prácticamente todas las batallas, pero finalmente fue el perdedor de la guerra en su conjunto. Entonces, se pregunta, ¿cuál es la definición precisa de «ganar»? La respuesta es que ganar es desarrollar una mentalidad infinita
Los juegos infinitos se definen como un juego en el cual los jugadores pueden ser conocidos y desconocidos, las reglas son modificables y cuyo objetivo no es ganar, sino que seguir jugando. A diferencia del juego finito, que tiene un inicio y un fin, reglas fijas y un objetivo claro, ganarlo, el objetivo del juego infinito es perpetuar el juego.
Cuando los jugadores enfrentados a un juego son del mismo tipo, es decir, ambos finitos o ambos infinitos, el sistema es estable, lo que no genera problemas a nivel estratégico. Ambos jugadores estarán por el mismo objetivo. Por el contrario, cuando se enfrentan jugadores con estrategias distintas, uno finito versus uno infinito, se presenta un problema. Mientras el primero jugará para ganar, el segundo lo hará para seguir jugando, lo que traerá problemas para el primero, quien siempre se encontrará en aprietos al competir con quien está jugando un juego de largo plazo, utilizando todos sus recursos para permanecer y no para ganar.
Para lograr tener una mentalidad infinita, lo primero es tener una buena causa, justa, por la cual luchar. Esa causa permitirá que sacrifiques tu interés inmediato por ella. La confianza en los equipos, y al interior de ellos, es clave para lograrlo, evitando caer en relaciones transaccionales basadas en objetivos individuales y de corto plazo. El liderazgo es otra pieza fundamental ya que se debe aceptar que jugar el juego infinito puede ser incomprendido a veces y llevar al líder a pagar altos costos.
Una empresa construida para el juego infinito no piensa exclusivamente en ella misma, sino que considera también el impacto de sus decisiones sobre sus empleados, su comunidad, la sociedad y el mundo en su conjunto. En otras palabras, considera tomar decisiones basadas en valores antes que en intereses individuales o mezquinos y basa su estrategia en la adopción de modelos de innovación y aprendizaje continuos para no desaparecer.
«En el mundo del management, los ejecutivos se obsesionan por el juego corto, el de ganar, pero en el preciso momento en que estos se obsesionan por este tipo de juego, lo pierden», dice Sinek.
¿En qué juego está tu empresa y que mentalidad tienes como líder?
* El autor es fundador de Mapcity, advisor/director de empresas y autor de “Piensa al reves”