La conciencia del ciudadano corporativo
La definición más básica de la palabra conciencia señala que es aquel conocimiento o sentido moral y ético que se tiene sobre lo que constituye el bien y el mal, que nos permite tener juicios sobre la realidad, los actos de otros y, sobre todo, de nosotros mismos y sobre el entorno que nos rodea.
La definición más básica de la palabra conciencia señala que es aquel conocimiento o sentido moral y ético que se tiene sobre lo que constituye el bien y el mal, que nos permite tener juicios sobre la realidad, los actos de otros y, sobre todo, de nosotros mismos y sobre el entorno que nos rodea.
En síntesis, la conciencia es una valoración de lo que se hace de manera correcta o incorrecta. Y es una unidad de medición muy eficiente para testear los actos de las personas y las organizaciones, especialmente cuando los tiempos son turbulentos o cuando las crisis nos obligan a sacar lo mejor de nosotros, el ciudadano individual y el ciudadano corporativo.
En octubre de 2019, la Sofofa dio a conocer un pequeño documento sobre el Propósito de la Empresa a raíz de un debate que ya estaba muy en boga en las economías más desarrolladas. En ese texto se decía que la definición de un propósito era clave para construir organizaciones más sostenibles sobre la base de “combinar una esencia que trascienda los tiempos, y una evolución que se adapte a ellos”. Se trata de combinar de manera coherente la generación de valor para los accionistas, la adecuada rendición de cuentas, el manejo del costo, innovación, un claro compromiso con la libre competencia y una nítida apuesta por el bienestar y trato justo de quienes integran la organización.
Pero la conciencia es eso y harto más que eso. Esa búsqueda no puede quedar limitada a un adecuado y legítimo logro de profit, a los aspectos de cumplimiento normativo, social y ambiental o las relaciones de la organización con sus stakeholders más directos, sino que se debería tener en el horizonte a aquellas conexiones insospechadas, aquellas que parecen improbables, pero que pueden generar en un futuro mediato o inmediato alguna afectación patrimonial o reputacional no solo para la organización, sino también para el entorno donde se habita. Algo así se vio en un estudio de la consultora Eticolabora, donde se mostró que si bien los trabajadores sentían mayor aprecio y cercanía con su empresa tras el estallido social, esa situación no era necesariamente igual con proveedores, contratistas, clientes o el entorno comunitario.
Esto no es en ningún caso un enfoque “romántico” ni “inocente” de la gestión de negocios, sino todo lo contrario, pues se trata de elevar el estándar de sostenibilidad o -más bien- de la supervivencia del negocio bajo el concepto de extensión en el tiempo, considerando las mayores dificultades que hay y habrá para conseguir las legitimas utilidades, pero en un contexto de cambio climático, mayores exigencias sociales, menores disponibilidades de recursos naturales y sociales, así como mayores necesidades globales. Conciencia es mirar alrededor y dejar de ser un egocéntrico ciudadano corporativo.
-La autora es Socia Advisory - Forensic & Sustainability
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