La derrota del gobierno y la responsabilidad que ahora recae sobre el Partido Republicano

KAST

La jornada de ayer ha sido un duro revés para el gobierno, que lo debería llevar a un replanteamiento de su gestión. El Partido Republicano, como el claro triunfador, tiene ahora la responsabilidad de asegurar que el país tenga una buena y nueva Constitución.



El resultado de la jornada electoral que ayer vivió el país -donde participaron más de 12 millones de electores- no ha dejado ninguna duda: el gran derrotado ha sido el gobierno y las fuerzas que lo acompañan, en tanto que el claro triunfador fue el Partido Republicano -colectividad que con el 35% de los votos se ha consolidado a mucha distancia como la principal fuerza política del país-, además de los partidos de oposición. Evidentemente a partir de aquí se configura un escenario político completamente distinto, cuyas implicancias ya se empiezan a proyectar mucho más allá del proceso constituyente propiamente tal.

Desde luego, estos resultados han consolidado a las fuerzas de derecha como la mayoría indiscutida del país -algo que probablemente en nuestra historia es un hecho inédito-, que en conjunto han logrado el 56% de los votos y un total de 33 consejeros, lo que les da el control total del Consejo Constitucional, algo sorprendente considerando que en la pasada Convención las fuerzas de derecha ni siquiera obtuvieron votos para ejercer el poder de veto. Sumado el Partido de la Gente, las listas de oposición al gobierno obtuvieron el 61,9%. Decidor resulta también que el pacto que agrupó a la DC, el Partido Radical y el PPD no eligiera ningún consejero, dando cuenta de la escasa capacidad de dichos grupos para sintonizar con el electorado de centro; sumando el conjunto de las listas oficialistas, alcanzaron solo el 37,5%, eligiendo en total a 17 consejeros.

Este escenario no solo está dando cuenta de una profunda reconfiguración de las fuerzas políticas, sino que además está revelando que el clivaje Apruebo-Rechazo que tanto marcó al país en los dos últimos años por lo visto sigue plenamente vivo. Ello porque el resultado del referéndum de septiembre, en que el Apruebo obtuvo apenas el 38% y el Rechazo un 62% se replica aquí casi con total simetría, lo cual no solo supone una consolidación de esta realidad -la ciudadanía sigue castigando a los partidos que estuvieron por el Apruebo-, sino que ahora permite comprender mejor el contundente mensaje que la ciudadanía entregó en dicho plebiscito, y que por su magnitud entonces era difícil de interpretar.

Estos resultados son la confirmación que lo de septiembre pasado no solo fue un rechazo a la forma irresponsable en que la Convención llevó el proceso constituyente, sino que ahí también se estaba expresando un profundo malestar por el hecho de que el tema constitucional no se estuviera zanjando bien y que problemas urgentes que agobian a la ciudadanía se estuvieran desatendiendo, de lo que se culpa sobre todo al gobierno y las fuerzas que lo apoyan. La forma en que ayer votó el electorado confirma -sin dejar dudas sobre ello- que esas críticas siguen vigentes y que ello se traduce en un rechazo a las visiones que sustenta la coalición gobernante.

Es así como el gobierno del Presidente Gabriel Boric enfrenta una nueva y apabullante derrota en menos de un año, algo sin duda durísimo y que debería llevar a un profundo replanteamiento de su gestión, ante lo que cabe interrogarse si a partir de esta nueva realidad política introducirá ajustes en su gabinete o cambios en los ejes que ha impulsado hasta ahora, como una forma de reconocer su propia responsabilidad en esta derrota. Fue valioso que en el discurso que pronunció anoche el Mandatario valorara el pronunciamiento democrático de la ciudadanía, apelara a la importancia del diálogo y reconociera que el proceso anterior fracasó “porque no supimos escucharnos entre quienes pensábamos distinto”. Su invitación al Partido Republicano -al que reconoció su legítimo triunfo- a “no cometer el mismo error que cometimos nosotros en su momento” es una señal de bienvenida autocrítica, pero aún quedan dudas si acaso el gobierno ha comprendido la magnitud de lo sucedido cuando el jefe de Estado sigue apelando a que las causas que detonaron el estallido social siguen presentes, reivindicando los principales ejes de su programa de gobierno.

Ciertamente que sobre los hombros del Partido Republicano y su líder, José Antonio Kast, recae ahora una enorme responsabilidad frente al país. El triunfo obtenido por esta colectividad es inobjetable, y el que la ciudadanía lo haya privilegiado masivamente es una expresión del malestar hacia el gobierno y la necesidad de cambiar profundamente el rumbo que hasta ahora se ha seguido, rol que el partido deberá saber cumplir. Pero sería un error que ello se tradujera en una oposición inflexible. La serenidad con que Kast ha recibido este triunfo es una buena señal, lo que también debe traducirse en el proceso constituyente. Dotar al país de una nueva Constitución ya no es un asunto optativo sino un compromiso a firme en que se ha embarcado el país, y en ello el Partido Republicano, a pesar de su renuencia inicial a continuar este proceso, debe poner todo su empeño. Con su mayoría dentro del Consejo ninguna línea de la nueva Constitución se podrá escribir sin su anuencia, por lo que antes que un bloqueo esta mayoría debe ponerse al servicio de redactar un buen y nuevo texto constitucional. Eso sería concordante con una fuerza política que queda ahora bien posicionada para las próximas elecciones presidenciales.

Y si bien la jornada no fue del todo triunfante para los partidos de Chile Vamos -lograron 11 consejeros-, y probablemente a partir de ahora habrá roces internos, es meritorio que estas fuerzas y sus dirigentes en su oportunidad hayan hecho lo que el momento político exigía, dando curso al proceso constituyente.

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