La distancia que existe entre el Presidente y los empresarios
En la Enade quedó de manifiesto la distancia que existe entre las prioridades del gobierno y de los empresarios. El riesgo es que muchas empresas opten por invertir lo mínimo en el país y busquen otras oportunidades en el exterior.
Si bien el Encuentro Nacional de la Empresa (Enade), el pasado jueves, sirvió para bajar las tensiones vividas en el último tiempo entre el gobierno y los representantes de las empresas, también parece un hecho que la instancia dejó en claro la enorme distancia que existe entre la agenda y prioridades del Presidente Boric y las de los empresarios.
Aunque estas diferencias no son nuevas, la situación hoy es especialmente delicada, porque, mirando el ambiente de la Enade, pareciera que se llegó a un punto de inflexión, uno donde los discursos parecen importar muy poco, dado que la realidad ha superado, en muchos casos, las lógicas con las que opera el sector privado.
Solo así se entiende que, al día siguiente del encuentro, en la junta de accionistas de CMPC se anunciara que no más del 40% de su plan de inversiones para el presente año se desarrollará en Chile. Su presidente, Luis Felipe Gazitúa, había advertido esto hace algunos días, en la memoria anual de la empresa, donde habló del repliegue que estaba viendo el sector forestal producto de las quemas, robos y la violencia.
Algo similar dijo el presidente de empresas Copec, Roberto Angelini, señalando que tienen muchos proyectos paralizados por la situación del país, algo que contrasta, por ejemplo, con lo que les sucede en Brasil, donde la compañía está llevando a cabo una inversión de 3 mil millones de dólares. “Ahí nos han recibido de una manera entusiasta, conscientes de la importancia de la industria forestal, de la creación de puestos de trabajo de buena calidad y contribución a las comunidades locales” señaló.
Sería una exageración concluir que lo anterior anticipa que las empresas dejarán de invertir en Chile, pero sí existe el riesgo de que muchas opten por invertir lo mínimo en el país y busquen otras oportunidades en el exterior. Esto de algún modo viene sucediendo desde hace varios años y es una tendencia que difícilmente se revertirá mientras no exista una decidida acción del Estado por hacer más atractivo nuestro país.
Y aquello no parece ser una prioridad del gobierno. Si bien en su discurso el Presidente Boric llamó a recuperar las confianzas y a buscar grandes acuerdos, sus palabras parecen enfrentarse a un hecho indesmentible: las empresas están tomando un camino propio, porque estas, más que a los discursos, se enfrentan a la realidad. Y esta indica que el país apenas puede aspirar a un crecimiento algo superior al 2%, uno de los más bajos de América Latina y menor que el crecimiento promedio del mundo.
Pero, más allá de las cifras, quizá lo que más resiente el mundo de la empresa es la escasa confianza que parece existir hacia el sector privado. Esto se advierte no solo en los enormes obstáculos que existen para realizar cualquier actividad empresarial -la llamada “permisología”-, sino también en las muchas iniciativas que toma el gobierno actual. Está el ejemplo del litio, donde en vez de apostar por una vigorosa política de inversión privada se optó por buscar la participación estatal en el salar de Atacama, el más rentable. O como lo estamos viendo ahora en el caso de las Isapres, donde la actual administración tiene en vilo a toda una industria arriesgando su subsistencia con consecuencias enormes para el sector salud.
Este mal ambiente para el sector privado es una variable crítica, pero muchas veces no parece aquilatarse su verdadero impacto. Ilustrativo es lo que mencionó el propio presidente de CMPC, al señalar que la empresa está invirtiendo fuerte en países que tienen impuestos más altos que Chile -como Brasil-, pero donde la gran diferencia está en la forma como se incentiva y cuida al sector privado, algo muy distinto de lo que se observa en nuestro país. En el caso de Brasil -vale la pena recordarlo- se trata de un gobierno de izquierda.
Todo esto deja como resultado una situación muy poco confortable. No cabe duda de que es positivo que no existan tensiones entre los gobiernos y el sector privado, pero eso no significa que ambos actores estén de acuerdo en algo significativo. Mientras eso no cambie, es decir, mientras siga esta suerte de “diálogo de sordos”, Chile seguirá siendo en materia económica un país sin grandes oportunidades, y las empresas seguirán desarrollándose, pero previsiblemente en otros lugares.