La lección fundamental del Senado frente a los 50 años del Golpe
Fue la única entidad política capaz de consensuar una declaración con la mayor parte de los sectores políticos, con una mirada sentida y madura sobre el pasado, y con una visión de futuro que sienta las bases democráticas del país.
Parece haber amplia coincidencia en que la conmemoración de los 50 años del 11 de septiembre terminó generando más polarización de la que ya había en el mundo político. Pese a que el espíritu original del gobierno era buscar un cierto consenso frente al quiebre de la democracia y sus consecuencias -algo que siempre fue un tanto ingenuo-, los acontecimientos derivaron en múltiples desencuentros, declaraciones fallidas y actos que poco o nada tenían que ver con el espíritu original. Sólo a última hora, el Presidente Gabriel Boric intentó convocar a todos los actores en torno a una declaración conjunta, la cual fue firmada por los exmandatarios, pero no logró el consenso de los partidos de oposición. El ambiente estaba demasiado desgastado para que ello sucediera.
En todo este convulsionado panorama, cuando ya parecía que nada se podía hacer, el Senado de la República marcó la nota distintiva, logrando consensuar una declaración que fue apoyada por la mayor parte de los partidos -con un cuestionable desmarque del Partido Comunista, el cual negó la existencia de un “acuerdo transversal” que incluyera a dicha colectividad para efectos de suscribir esta declaración-, la que fue leída en la sala de una manera sobria e institucional. Posteriormente, la declaración fue complementada con discursos de senadores de las distintas bancadas, los que mantuvieron el tono solemne del acuerdo alcanzado. Así, el Senado se convirtió en la única institución que demostró estar a la altura de las circunstancias tanto en el fondo como en la forma.
Se trata sin duda de un valioso ejemplo democrático, que contrasta con lo sucedido en la Cámara de Diputados y en las otras esferas públicas. Y habla también de un país que no tiene que estar dividido para enfrentar sus desafíos, actitud que resulta fundamental.
La citada declaración, que fue trabajada en forma muy sigilosa por un grupo de senadores encabezados por su presidente, Juan Antonio Coloma, sorprende por su simpleza en la forma y la profundidad en el contenido. Parte de algo que es fundamental para lograr un consenso respecto de un hecho que divide en forma profunda a los distintos sectores, cual es reconocer que existen legítimas diferencias en torno a las razones que provocaron el Golpe de Estado. “Es imposible pretender que tengamos una visión común de la historia, las causas del quiebre, el proceso que lo antecedió, las opciones de entonces y los años que sucedieron al colapso. Cada uno tiene el legítimo derecho a tener una mirada propia, fundada en su experiencia, en sus ideas y en su particular sensibilidad”, se indica.
Superado ese punto, algo no menor, la declaración avanza un paso muy significativo al plantear que, más allá de las diferencias, todos los sectores fueron partícipes de lo sucedido. Por eso, señala, “respecto del pasado, probablemente sólo hay una verdad compartida: todos, en algún grado y de alguna manera, por acción u omisión, contribuyeron a la destrucción de nuestra convivencia”.
A continuación la declaración da paso a la visión de futuro, algo fundamental, partiendo por el valor de la democracia y el respeto absoluto a los derechos humanos. Con ese fin, enfatiza que “nunca podemos tratarnos como enemigos, nunca la violencia es alternativa a la solución racional de los desacuerdos, nunca la dignidad del ser humano puede subordinarse a ningún objetivo político”.
Al final, la misiva termina con una visión y compromiso con un país donde seamos capaces de convivir en el respeto recíproco y la armonía de nuestras diferencias. “En ese objetivo el Senado tiene un rol y una responsabilidad insustituibles; cargar el pasado con madurez y mirar el futuro con responsabilidad. Nada podemos hacer para cambiar lo que sucedió hace 50 años atrás, pero podemos hacerlo todo para configurar los 50 años que vienen”.
El documento del Senado constituye una luz de esperanza para nuestro país. No sólo porque da cuenta en una forma madura de la gravedad de los hechos ocurridos, sino también porque releva la obligación que tenemos como sociedad en cuanto a empeñarnos para que aquello nunca más suceda, algo que sin duda está en el espíritu de la gran mayoría de la gente.
De esta manera, la Cámara Alta, que cumple un rol fundamental en el sistema democrático, nos recuerda que el pasado es fundamental para aprender a construir un futuro mejor. Al mismo tiempo, su acción enaltece la política, que ya venía desprestigiada y que en estos días, con todas sus discusiones, se alejó más del sentir profundo de la ciudadanía.
Para la historia quedará por qué el resto de las instituciones, partiendo por el gobierno, no fueron capaces de actuar de la misma manera, o prefirieron seguir en un discurso de odiosidad, como fue el caso del PC. Después de todo, no era algo tan complejo, como quisieron trasmitir algunos. Sólo hacía falta un poco de altura de miras y dejar de buscar beneficios personales por algo fundamental: el bien del país.
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