La OTAN se fortalece
Con la decisión de Finlandia y Suecia de sumarse a la OTAN, el Presidente ruso suma un nuevo fracaso en sus esfuerzos por alejar a la Alianza Atlántica de sus fronteras.
En febrero pasado, antes y después del inicio de lo que calificó entonces como “una operación especial” en Ucrania, pero que en los hechos no fue más que una invasión en toda regla contra ese país, el Presidente Vladimir Putin acusó a la OTAN de poner en riesgo la seguridad de Rusia. Según el gobernante, la expansión de la Alianza Atlántica representaba una “amenaza existencial” contra su país, que era necesario detener. Desde entonces, sin embargo, en lugar de debilitar ese pacto militar lo que han hecho las acciones militares rusas no han sido más que reforzarlo. No solo varios países han anunciado el aumento de su gasto militar -es el caso de Alemania, cuyo canciller se comprometió en elevar en un 2% del PIB su presupuesto para ese fin-, sino que además la semana pasada Finlandia y Suecia presentaron formalmente su solicitud para integrar la OTAN.
Ambos países nórdicos habían mantenido históricamente una posición de neutralidad, evitando adherir en plenitud a ningún pacto militar. La política de neutralidad de Finlandia, que se remonta a los albores de la Guerra Fría, incluso llevó a acuñar el término “finlandización”, en referencia a los países que buscan mantener una posición equidistante de cualquier bloque ideológico o militar. Con más de 1.000 kilómetros de frontera con Rusia, la política de neutralidad de Helsinski respondió a evidentes razones de “realismo político” por la especial situación geopolítica del país, como lo reconoció el Presidente finlandés, Juho Kusti Paasikivi -ideólogo de esa estrategia- en los años 50. Enemistarse con la Unión Soviética implicaba entonces un alto riesgo. Distinto es el caso de Suecia, que mantuvo por definición una política de neutralidad por más de 200 años.
Sin embargo, las mismas razones que en su momento motivaron especialmente a Finlandia a tomar distancia de cualquier bloque militar, son las que hoy explican su decisión de sumarse a la Alianza Atlántica, porque la invasión rusa a Ucrania elevó el clima de inseguridad en Europa. Con ello, además, se concreta una división político-estratégica entre Rusia y el resto de Europa que reedita las lógicas de la Guerra Fría, aunque a un nivel incluso más profundo. Es poco probable que la negativa inicial de Turquía de apoyar el ingreso de ambos países por acusarlos de proteger a miembros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, ponga en riesgo el proceso de incorporación, el que sin embargo podría tomar varios meses. Con ello Putin sumará un nuevo fracaso en su “operación especial” y en su intento por alejar a la Alianza Atlántica de sus fronteras.
Como decía hace algunas semanas el ex secretario de Estado Henry Kissinger, “estamos viviendo en una era totalmente distinta”, y la decisión de Finlandia y Suecia de terminar con años de neutralidad para contener la creciente amenaza de Vladimir Putin es una nueva prueba de ello.
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