La poca pertinencia de subir impuestos en el actual momento de la economía
Si bien las cifras de actividad en enero son positivas, la situación es muy precaria y lo único que logrará una reforma tributaria es detener los incipientes brotes verdes que empiezan a aparecer.
Las cifras económicas de enero dan cuenta de que estarían apareciendo los primeros brotes verdes en la actividad luego de un largo período de cifras negativas y estancamiento en general. El aumento de 2,5% que registró el Imacec de enero sorprendió positivamente al mercado, cifra que venía precedida por una recuperación de los índices de producción minera y manufacturera y la actividad del comercio.
Frente a esto, si bien el ministro de Hacienda se mostró muy optimista, señalando que la cifras confirman las previsiones de recuperación de la economía para el presente año, un análisis más detallado obliga a ser más cautos. En primer lugar, por cuanto si bien la situación de enero es positiva, se trata de un mes puntual. No hay que olvidar que en diciembre la actividad cayó un 1%, llevando el crecimiento anual de 2023 a un índice negativo de 0,2%.
Pero, lo más importante es que, aunque la tendencia se mantenga, no hay que olvidar que la economía chilena viene saliendo de una fuerte contracción en diversos sectores y sus proyecciones de crecimiento no superan para este año el 2%, con lo que Chile tendría uno de los desempeños más bajos de América Latina. La precariedad de la situación se ve reflejada en los mismos indicadores que hoy se celebran. Las ventas del comercio, por ejemplo, crecieron un 2,9% en enero, luego de 20 meses de caídas, muchas de ellas de dos dígitos. Algo parecido ocurre en la producción manufacturera, mientras que el indicador minero, si bien más volátil, tiene más caídas que alzas en los últimos tres años.
Lo anterior también se puede observar en el mercado laboral, donde la tasa de desempleo alcanzó 8,4% en el trimestre noviembre-enero. Acá nuevamente las noticias son mixtas. Por el lado positivo, está el que esa tasa absorbió un aumento importante de la fuerza de trabajo, lo que es bueno, lo negativo es que sigue siendo muy alta, y la economía todavía no ha podido recuperar cerca de 300 mil empleos que fueron destruidos durante la pandemia.
Es en este escenario donde debe evaluarse la pertinencia del proyecto tributario que dio a conocer el gobierno durante la semana. Si bien se trata de una iniciativa bastante más acotada que las iniciales y considera aspectos que hacen sentido, la pregunta de fondo es si una economía que comienza a mostrar tímidas señales de recuperación, debe perturbarse con un alza de impuestos. La respuesta es que claramente no es la mejor opción.
En la propuesta del ministro Marcel se amplía la base de los contribuyentes que estarían afectos a una mayor tasa de impuesto, incorporando ahora el tramo de las personas sobre $3,2 millones mensuales. De acuerdo a esto, se estarían afectando a 196 mil personas más, con lo que el total sube a 431 mil personas. Cabe hacer notar que este grupo aporta el 83% de la recaudación total de gravamen a las rentas personales, algo que ha sido muy cuestionado por diversos organismos internacionales, como la OCDE, que han recomendado aumentar la base tributaria en vez de seguir cargando de tributos a los mismos de siempre.
La idea del gobierno, presentada esta semana a los partidos políticos, no parece haber tenido acogida, dado que son pocos los que quieren afectar a la clase media con más impuestos. Y, si bien esta es una discusión que en situaciones normales debe abordarse, parece evidente que este no es el mejor momento económico para hacerlo. Como ejemplo, aparte de los indicadores generales antes mencionados, basta decir que en enero, el nivel de morosidad de los créditos de consumo alcanzó el nivel máximo en una década, el más alto desde que se tienen registros.
De esta forma, por donde se lo mire, la mejor política económica es cuidar y fortalecer la incipiente recuperación que está mostrado la actividad, más que perturbarla con una nueva reforma tributaria, que sólo puede llevar a detener un proceso que ni siquiera sabemos si es firme. Uno que, además, en el mejor de los casos, nos va a llevar a un crecimiento de sólo 2%, cifra que ya es mala en sí, pero, dadas las condiciones de inversión, es lo mejor que podemos aspirar para este y los próximos años.
Es cierto que este es un problema para el gobierno, que insiste en que tiene que financiar su programa, pero ese no es un argumento que tenga validez. Porque todo compromiso parte de generar crecimiento y recortar gastos, aumentando la eficiencia del aparato estatal, y después gastar lo que se recaude. Esta administración pretende hacer lo contrario, gastar más cuando hay menos, cosa que ya está probado sólo lleva a problemas mayores.
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