La política de los porristas

Jaime Mañalich, ministro de Salud, informó las cifras de este martes.
Jaime Mañalich, exministro de Salud.

Intelectuales, exministros, políticos profesionales, etcétera, participan de manera más bien cotidiana en una suerte de pelea de trincheras combinada con una suerte de imitación de las porristas populares de Estados Unidos. Esto me sorprendió mucho para la salida de Mañalich.



Es curioso pensar que la discusión pública en torno a la política sea de tan mala calidad, a pesar de la masificación de las redes sociales. En algún momento álgido del 2008, muchos pensamos que esta apertura podría traer más perspectivas a la discusión para enriquecerla. Pero hoy en día, quienes hemos decidido torturarnos en Twitter vemos que no tanto. Podría ser, quizás, que la falta de caracteres impide profundizar aspectos o contextualizar mejor nuestras ideas. Por otro lado, la falta de comunicación no verbal nos sumerge -y es inevitable- en el reino de la literalidad que, de por sí, es insoportable.

Sin embargo, si escalamos el panorama es aún peor. Intelectuales, exministros, políticos profesionales, etcétera, participan de manera más bien cotidiana en una suerte de pelea de trincheras combinada con una suerte de imitación de las porristas populares de Estados Unidos. Esto me sorprendió mucho para la salida de Mañalich. Uno puede estar de acuerdo o no con esa salida. Incluso podemos analizarla desde lo científico, lo político y lo meramente contingente, hay mucho desde donde nos podemos enunciar, pero pareciera que esa discusión no es la que predomina.

Inundan las columnas de “gracias Mañalich” que omiten los resultados de la pandemia. Otros que aseguran que es el mejor ministro de la historia (¿cómo saber algo así?). Y, por el otro lado, afirmaciones tales como que el exministro ocultó las cifras de pura maldad (como si la psicopatía fuera algo común). Dudo mucho que esto se trate de -o que incluso importen- las intenciones, más bien me parece que hay que analizarlo con sus estrategias, sus palabras, sus silencios y sus acciones -o falta de ellas-.

Más allá de eso, me interesa volver a pensar en esta seguidilla de autoridades vestidas de porristas que alientan a su equipo sin ponerlo en duda. Cristóbal Belollio, teórico político, señaló que dudaba si el liberalismo, doctrina que él mismo adhiere, tenía las respuestas para esta pandemia. Finalmente, dudaba de sus propias convicciones.

Cuán necesario es, en la discusión, dudar de lo que afirmamos, de lo que creemos correcto e incluso, ser capaces de ver los errores que nosotros mismos o aquellos que nos representan hacen. Pienso que, si bien todos tenemos una ideología que nos acomoda y que nos gusta, somos perfectamente capaces de dudar de ella o ver en otras ideas (incluso contrarias) respuestas mejores a problemas actuales. Sin ese ejercicio, la ideologización se vuelve ciega y estricta. Y el peligro es que nos convertimos en porristas de nuestras ideas y dejamos de lado el diálogo que nos permitiría salir de esta, y de tantas otras situaciones que nos deparará el futuro.

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