La política exterior no puede seguir por este rumbo
Los detalles expuestos a partir de la inédita filtración de un audio desde la Cancillería y el mal desempeño en la cumbre de la Celac permiten apreciar el dañino sesgo ideológico que ha permeado a nuestra política exterior.
La irresponsable filtración de un breve audio desde la Cancillería -un hecho que, además de bochornoso, abrió complicados flancos en el plano interno y externo- y los desaciertos cometidos por el Presidente de la República en su reciente participación en la cumbre de la Celac -donde resintió las relaciones con el gobierno peruano al denunciar graves violaciones a los derechos humanos en el marco de las protestas que tienen lugar en dicho país- son hechos que vienen a confirmar la errática forma en que se ha conducido la política exterior bajo esta administración, en donde la improvisación y los sesgos la han debilitado hasta un punto donde los intereses del país se ven seriamente afectados.
El amateurismo y el exceso de ímpetu se han combinado con una lógica fuertemente ideologizada, llevando a que la política exterior responda más bien a los intereses y particulares visiones de un determinado grupo. El manejo de las relaciones internacionales sin el debido profesionalismo y cruzado por visiones sesgadas al final aumenta la posibilidad de cometer errores, abandona la lógica de las políticas de Estado y deja de generar cohesión; es decir, es una mala política exterior.
Los episodios del audio filtrado y los tropiezos en la Celac ilustran perfectamente los riesgos de este derrotero. Al examinar los principales contenidos que recoge el audio -donde una asesora grabó imprudentemente una conversación entre la canciller y su círculo más estrecho, que luego fue difundida por un aparente error, justo cuando el Presidente y la canciller estaban en Buenos Aires para participar de la cumbre de la Celac-, no solo se aprecia un trato despectivo hacia el senador PPD Jaime Quintana, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores -lo que motivó un reclamo formal de todas las bancadas del Senado-, sino también se traslucen críticas a la actual subsecretaria de RR.EE., Ximena Fuentes, así como al excanciller Andrés Allamand, en el marco del diferendo que se ha abierto con Argentina en relación con la plataforma continental. La ligereza con que este tema aparece tratado en dicha reunión no solo pone en duda la solvencia técnica de los equipos, sino que sugiere que este delicado asunto no se está abordando con lógicas de Estado, sino como un “problema” que armó el gobierno anterior o algo de segundo orden.
Paradigmático resulta también la forma como estos funcionarios abordan el tema del rechazado proyecto Dominga por parte del Comité de Ministros y las destempladas e irónicas críticas que al respecto formuló el embajador trasandino, Rafael Bielsa. En el audio quedan expuestas duras críticas hacia la gestión de Bielsa y su persona, pero también las razones que se esgrimirían ante el gobierno argentino para reclamar por los dichos del embajador. Pero en vez de hacer presente la inconveniencia de que un embajador se inmiscuyera de manera irresponsable en asuntos internos de Chile, la preocupación central era representar la molestia por el hecho de que el representante trasandino apareciera atacando al Presidente Boric sobre un tema que resulta “políticamente muy álgido”, y que además era un compromiso de campaña. Es decir, lo importante aquí era cuidar que el hito político de derribar Dominga no se viera opacado.
Los desaciertos del Mandatario en la Celac también responden a un sesgo similar. No es reprochable que el jefe de Estado muestre legítima preocupación por los derechos humanos en la región, pero al opinar de una compleja situación que vive Perú sin hacerse cargo también de que parte de quienes protestan lo han hecho en forma violenta y con claros afanes de desestabilizar al gobierno -incluso llegó a pedir un “cambio de rumbo en Perú”-, muestra impericia para tratar la relación con una nación vecina y una desacertada forma de intervenir en una situación especialmente conflictiva, donde lo que más se requiere es prudencia y evitar atizar los ánimos.
Precisamente este tipo de actitudes impulsivas e ideologizadas fueron las que llevaron a desairar al embajador de Israel, a quien el Presidente no aceptó recibir en una primera oportunidad para la entrega de sus cartas credenciales, lo que motivó una dura respuesta del gobierno israelí. La decisión de poner a cargo de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales a un funcionario crítico de la política de tratados comerciales llevada a cabo por Chile también parece responder a este patrón, lo cual se tradujo en dilaciones injustificables para la ratificación del TPP11, a pesar de haber sido aprobado por el Congreso y cuyas ventajas para el país habían sido ampliamente destacadas. No menos llamativa es la nominación de personas sin experiencia en el servicio exterior, pero con estrecha cercanía respecto del Mandatario, todo lo cual ha expuesto al país a más de una situación bochornosa.
La política exterior definitivamente no puede seguir por este rumbo. En apenas diez meses de mandato se han puesto en riesgo las relaciones con países muy relevantes para Chile, se han dado señales muy confusas en cuanto a continuar profundizando la exitosa política de integración comercial que se venía siguiendo, y se ha dejado traslucir un preocupante amateurismo en el manejo de asuntos estratégicos. El propio Mandatario es el llamado en primer lugar a dar este indispensable golpe de timón, donde los sesgos ideológicos deben quedar de lado para recuperar una conducción de las relaciones internacionales altamente profesionalizada y orientada según los intereses estratégicos del país.
La solvencia de nuestra política exterior era uno de nuestros grandes activos, y debilitarla es un lujo que el país no puede permitirse.
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