La trascendencia de esta jornada electoral
Fruto de los desaciertos cometidos por la Convención, este plebiscito no será la culminación de un proceso, sino un paso intermedio. Aun así, están en juego dos caminos muy distintos para continuar las reformas.
La jornada electoral que viviremos hoy debió haber tenido originalmente un sentido muy distinto. Esta tendría que haber sido la culminación del proceso que se abrió en los difíciles días de noviembre de 2019, cuando el país atravesaba por un estallido y la mayor parte de las fuerzas políticas coincidió en que la salida institucional a la crisis pasaba por llamar a un proceso constituyente que permitiera dejar atrás la actual Constitución y proveer una nueva y representativa Carta Fundamental. Así fue refrendado por una amplísima mayoría en el plebiscito de entrada, resolviendo además que el mecanismo para ello fuese una Convención Constitucional, íntegramente electa para estos fines.
Pese a lo demandante del reto, el órgano constitucional tenía un gran activo a su favor: gozaba de amplia confianza ciudadana, y su imagen estaba revestida de un halo de legitimidad que difícilmente se podría encontrar en otra institución del país. Se auguraba entonces que el país por fin podría dejar atrás una Constitución que nos divide, para articularse en torno a una suerte de “casa común”. Pero tras un año de trabajo de la Convención, es evidente que nada de eso sucedió, y lo concreto es que el país llega muy dividido a este plebiscito de salida, enfrentado a dos opciones que no cierran el proceso, sino que lo prolongan, un escenario impensado cuando se diseñó en aquel 2019.
Esto no es más que la consecuencia del manifiesto fracaso de la Convención en lo que era su mandato principal, lo que supone una destrucción de capital político sin precedentes y una inexcusable defraudación de las expectativas ciudadanas puestas en este proceso, exponiéndose a que sea uno de los escasos ejemplos en la historia en que una convención creada expresamente para la redacción de un texto constitucional fracase en su tarea de lograr que sea aprobado, o aún más decidor, que se rechace. Esto es evidente cuando solo una fracción de la ciudadanía considera que la propuesta debería ser aprobada tal cual. La inmensa mayoría coincide en que hay que reformarla de manera sustantiva o derechamente rechazarla. Son los costos inevitables del maximalismo, de cerrarse a escuchar las propuestas provenientes de voces más moderadas, y de encapsularse en visiones que, si bien podrán ser muy representativas de una multiplicidad de nichos, se olvidó que al final debían representar a la mayoría.
Así, este plebiscito de “salida” en realidad pasa a ser nuevamente de “entrada”. En vez de ser un punto de llegada, como debería haber sido, por la fuerza de los hechos se convirtió en un paso intermedio, que nos llevará a un nuevo proceso constitucional, ya sea que gane el Apruebo -donde será evidente la necesidad de introducir un nutrido programa de reformas, siendo incierto si estas lograrán la profundidad requerida y si podrán plasmarse en acuerdos políticos que las hagan viables-, o el Rechazo, caso en que hay consenso sobre la necesidad de iniciar un nuevo proceso constituyente, el que debería recoger las lecciones que deja la fallida experiencia de esta Convención, por de pronto congregando visiones equidistantes de los extremos.
Pese al carácter de transitoriedad que tiene este plebiscito, aun así lo que está en juego es muy relevante, por lo que el electorado deberá tomar su decisión en forma muy consciente. Esto porque en el referéndum no solo se estará deliberando acerca de la pertinencia del texto constitucional que se propone, sino también -y probablemente aún más central- se estará definiendo el camino por el que continuará el proceso constituyente, y en tal sentido las alternativas en juego ofrecen salidas muy distintas. Reformar a partir del controvertido texto, sujeto a reglas de reforma constitucional más estrictas que las actuales; o apostar a un nuevo proceso, que si bien implica la dificultad de consensuar el mecanismo para llevarlo a cabo, a su vez abre posibilidades más ciertas de corregir, facilitado por quórums de reforma menos estrictos, serán decisiones de la máxima trascendencia, que los electores habrán de dirimir en esta jornada, ojalá en un contexto de alta participación electoral.
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