Las “dos almas” en pugna dentro del Partido Comunista

LAUTARO CARMONA, PRESIDENTE PARTIDO COMUNISTA
MARIO TELLEZ / LA TERCERA

El partido deberá definir si decantará por la línea “tradicional” -que ha adoptado posturas insostenibles- o por la visión “disidente”, así como despejar el rol que pretende jugar como colectividad de gobierno. Se abre la interrogante de si todo esto anticipa un quiebre del PC.



“Hace falta Teillier”. La frase del senador Daniel Núñez probablemente retrata bien el fraccionamiento que se observa al interior del Partido Comunista (PC), donde se ha hecho evidente la incomodidad de un sector de la colectividad con la línea que está siguiendo su directiva, encabezada por el dirigente Lautaro Carmona. Su conducción no solo ha tomado distancia de aquellas corrientes que buscan traer ciertos aires de renovación dentro del partido, sino que en el último tiempo ha optado por explicitar sus diferencias con el gobierno -a pesar de que el PC es uno de los partidos ejes de la coalición-, defendiendo posturas que van totalmente en contra de los lineamientos que ha trazado el Presidente Boric o de lo que puedan pensar sus socios del Socialismo Democrático.

La defensa a ultranza que el PC ha hecho de las dictaduras en Venezuela, Nicaragua y Cuba -sin importar que la política exterior que ha fijado el Mandatario es la defensa sin ambigüedad de los derechos humanos y la democracia- por cierto que ya indicaba visiones muy contrapuestas, que se intentaron disimular bajo el predicamento de que en la coalición coexisten visiones diversas. Pero las destempladas críticas de sectores comunistas hacia la institucionalidad a raíz de la prisión preventiva de que fue objeto el alcalde PC Daniel Jadue -donde incluso el partido impulsó la creación de un comité internacional para su “liberación”- abrió una fuerte grieta con el gobierno, pero también con los propios ministros del PC que integran el gabinete, quienes se han cuadrado con la postura de que se debe dejar que las instituciones funcionen.

El punto de inflexión parece haber ocurrido esta semana, cuando Carmona y parlamentarios de la línea más “tradicional” cuestionaron irresponsablemente el operativo policial en Villa Francia -el cual dejó al descubierto un enorme y peligroso arsenal-, denunciando un posible montaje y pidiendo explicaciones al Ministerio del Interior. Esto es algo que no se había visto antes en la política chilena, donde un partido de gobierno desconoce el Estado de Derecho y sus propias responsabilidades institucionales, cuestionando que la Fiscalía y los organismos policiales hagan su trabajo, amparando la tenencia de armas. Decidor resulta el silencio que los ministros PC han mantenido respecto de las críticas formuladas por la directiva y los sectores “tradicionales”, y aún más llamativo es que durante un punto de prensa en el Congreso, cuando una diputada PC insinuó la tesis del montaje, dos de sus colegas -también militantes comunistas- se retiraron, ocasionando un incómodo momento. Los dichos de la ministra del Trabajo, quien afirmó que “todos los otros temas que tengan que ver con nuestras discusiones propias como comunistas, yo lo hago al interior del partido”, solo confirman estas tensiones indisimulables.

Ciertamente que ver a un PC cruzado por diferencias internas que ya no se están ocultando resulta sorprendente, tratándose de un partido que funciona con lógicas de cuadros particularmente disciplinados, y que siempre ha evitado mostrar públicamente fisuras. De continuar profundizándose estas diferencias no cabe descartar que se produzca un quiebre del PC, una idea hasta hace poco sencillamente inimaginable pero que, de ocurrir, sin duda tendría enormes repercusiones en nuestro mapa político, además de constituir un hito en sí.

Aunque Carmona ha señalado que el PC se siente completamente parte del gobierno, y ha intentado matizar sus dichos sobre el “montaje” en Villa Francia, esta semana ha terminado de quedar en claro que al interior del partido hay “dos almas” en disputa interna, donde por una parte está el PC “tradicional” -el de Carmona y la línea “dura”-, y por otra el sector “disidente”, más cercano al gobierno. Son dos alas que, aunque compartiendo los principios tradicionales del comunismo, tienen visiones y estrategias políticas distintas. Estas divergencias naturalmente que están repercutiendo en cómo el PC está entendiendo su rol como uno de los partidos a cargo del gobierno, pues así como una de estas corrientes pretende que la colectividad enfoque su quehacer bajo la lógica de “la calle” -cuando se cuestiona el operativo policial en Villa Francia es razonable preguntarse qué es lo que el PC realmente está defendiendo-, la otra aparece mucho más alineada con el papel propio de un partido de Apruebo Dignidad, consciente de la responsabilidad que hoy le cabe como parte central de la coalición gobernante.

El juego de ser gobierno y oposición a la vez -como parece acomodarle al ala “tradicional”- se hace a estas alturas insostenible, y el partido tendrá que tomar pronto una definición, sincerando por cuál de estas dos corrientes se decantará, lo que por supuesto abre la posibilidad de que las diferencias internas terminen llevando a un quiebre definitivo. Desde luego que no es al Presidente Boric a quien le cabe exigir este pronunciamiento, porque más allá de que este errático actuar del PC sí está teniendo repercusiones en su gobierno, fue el partido el que libremente aceptó ser parte de la coalición gobernante, y por tanto es este el que debe resolver cuál es el rol que quiere desempeñar, lo que también implica que zanje si continuará o no siendo parte del gobierno.